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Blanca Varela, la desesperación ordenada y la poética del hambre/deseo

Por Gabriela Borrelli / Miércoles 08 de enero de 2020

Del impulso desesperado por escribir y la duda casi obsesiva, nace la poesía de la peruana Blanca Varela. Gabriela Borrelli nos guía entre sus versos, escuetos, explosivos, precisos, desde Puerto Sauce en su Perú natal hasta los muelles de lo íntimo. Ilustra Aymará Mont.

«Hasta la desesperación requiere un cierto orden […] una desesperación auténtica no se consigue de la noche a la mañana. Hay quienes necesitan toda una vida para obtenerla», escribe la peruana Blanca Varela en un texto que dedicó a Octavio Paz. El texto se llama Del orden de las cosas y es una declaración de principios sobre la poesía, sobre su incertidumbre, sobre esa llamada a una puerta, sobre la bruma que nos asiste. Cultivar la desesperación porque el poema no surge de la noche a la mañana sino que es un artefacto que se va haciendo con el tiempo. Es el mismo Octavio Paz quien la impulsa a la poesía y prologa su primer libro (Ese puerto existe). Blanca Varela dirá que la figura de Paz marcó su vida y su poesía.

No eran tiempos felices aquellos. Habíamos salido de los años de guerra pero ninguna puerta se abrió ante nosotros: sólo un túnel largo (el mismo de ahora, aunque más pobre y desnudo, el mismo túnel sin salida […] En aquellos tiempos todos cantamos. Y entre estos cantos, el canto solitario de una muchacha peruana: Blanca Varela. El más secreto y tímido, el más natural […] Diez años después, un poco contra su voluntad, casi empujada por sus amigos, Blanca Varela se decide a publicar un pequeño libro.

Esa muchacha peruana había nacido en Puerto Supe el 10 de agosto de 1926. Y así había llamado a ese primer libro que luego cambió por Ese puerto existe, y quizás no sea inocente cambio, el Supe por existe y uno sea una continuación de otro.

Para mí nunca fueron extraños los libros, los poemas, a los 12 años ya había leído Madame Bovary de Flaubert, Nana de Zola, que me hicieron natural acceder a la poesía. Desde muy niña adquirí la costumbre de sentarme a la mesa frente a un papel en blanco, para decir cosas que no podía decir a viva voz. Mi rebeldía primero fue contra la religión, ordenaba y desordenaba palabras que me revelaran algo de esa realidad que no me gustaba demasiado. Creo que comencé a escribir para ver si alguien contestaba mis más secretas y obsesivas preguntas, esas que solo pueden hacerse los niños cuando descubren la sordera total de Dios.

Blanca Varela nació en una casa llena de escritores y artistas. Estudió Letras y Educación en la Universidad de San Marcos. Vivió en Roma, en París y en Washington, donde se dedicó a la traducción. Ese primer libro, ese embarcadero desde el que partía, la llevaría a otros puertos (geográficos pero también interiores):

«Alba»

Al despertar

me sorprendió la imagen que perdí ayer.

El mismo árbol en la mañana

y en la acequia

el pájaro que bebe

todo el oro del día.

Estamos vivos,

quién lo duda,

el laurel, el ave, el agua

y yo,

que miro y tengo sed.

 

Una poética del cuerpo, del hambre, del deseo también. Una poética que presiona al poema hasta salirse de él: versos como puñaladas para atravesar el papel. La realidad pareciera ser registrada desde la poesía y entonces aparece la leve ironía, el scherzo y los versos chiquitos para decir algo intenso: 

«A la realidad»

y te rendimos diosa 

el gran homenaje

el mayor asombro

el bostezo

 

Un poema que es un sello, o un poema que puede reunir todas las preocupaciones literarias de Blanca Varela. Es un canto: una denominación que le permite instalarse en un tradición (la lírica), pero a su vez un adjetivo que habilita la huída: villano. La cuota necesaria de maldad pero también de patria-otra, de lengua dentro de la lengua. Es el Canto Villano de Blanca Varela una declaración de principios, poéticos y sociales, un yo poético que sabe de su lugar de clase pero articula con otras opresiones (la de género, por ejemplo). El comienzo in media res, la figura del hambre como estructurante narrativo del poema que permite la intersección y las figuras: el cielo, las moscas, el espejo, la muerte y lo que no se borra (porque está escrito). Aquí Blanca Varela, su canto villano que es el nuestro.

«Canto villano»

y de pronto la vida

en mi plato de pobre

un magro trozo de celeste cerdo

aquí en mi plato

observarme

observarte

o matar una mosca sin malicia

aniquilar la luz

o hacerla

hacerla

como quien abre los ojos y elige

un cielo rebosante

en el plato vacío

rubens más cebollas

más lágrimas

tantas historias

negros indigeribles milagros

y la estrella de oriente

emparedada

y el huesos del amor

tan roído y tan duro

brillando en otro plato

este hambre propio

existe

es la gana del alma

que es el cuerpo

es la rosa de grasa

que envejece

en su cielo de carne

mea culpa ojo turbio

mea culpa negro bocado

mea culpa divina náusea

no hay otro aquí

en este plato vacío

sino yo

devorando mis ojos

y los tuyos

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