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Entrevistas a la industria

Leer al lector: te presentamos a Federico Gori

Por Escaramuza / Jueves 10 de mayo de 2018
Federico Gori en Escaramuza

A través de Entrevistas a la Industria presentaremos a los distintos actores que conforman el mundo del libro. Les proponemos conocer las historias que traen entre manos quienes hacen a este mundo posible. Hoy, conversamos con Federico Gori, un corredor de libros argentino que, con habilidad y paciencia de otra época, se escabulle en las librerías del Río de la Plata y hace que ciertos libros lleguen a tu mesa de luz

Incursionar en la industria del libro dispara ciertas preguntas comunes: ¿Cómo se conforman los procesos de edición y distribución?, ¿quiénes participan en la cadena productiva?, ¿qué circunstancias llevan a que determinado libro termine en nuestras manos? Con las interrogantes sobre la mesa nos proponemos conversar con los actores involucrados para, a la par de conocer su historia, descubrir lo que sucede detrás del libro. Hoy presentamos a Federico Gori, un argentino de treinta y ocho años que camina silencioso entre librerías e incidiendo en el mundo del lector.

Federico es corredor de libros, un oficio que se balancea entre el universo de las editoriales y los distintos puntos de venta al público. Su trabajo deriva de las editoriales: estas contratan a un promotor para recorrer las librerías y, en comunicación estrecha con los libreros, los mantiene informados sobre las novedades de la editorial. El objetivo es acercar ciertos apuntes sobre las novedades y facilitar los perfiles de nuevos autores para, en definitiva, aportarle al librero herramientas útiles para la venta del libro.

De acento bonaerense y lentes grandes, Federico es querido por todos los que —libros mediante— se han cruzado con él. Su conversación deviene rápida y naturalmente en charla literaria. «Soy corredor, la figura legal sería esa, aunque yo me defino como promotor de libros. Técnicamente implica visitar a los libreros y tratar de convencerlos de que expongan y vendan tus libros. La realidad, en cambio, no involucra solo eso. Con los años uno forma relaciones afectivas con los libreros a través de sus propias lecturas. Según cómo vaya su línea, tiendo a hacer nuevas recomendaciones: el vínculo que se construye es muy fuerte y tiene como centro a la literatura», explica Federico.

En contacto permanente con el papel y los vínculos humanos, la figura del corredor se ha ido desdibujando con los años. Como tantos otros oficios que exigen tacto e intelecto, su labor se ha ido transformando. La sensibilidad y precisión de Federico lo habilitan a desenvolverse con naturalidad. «En Buenos Aires están los corredores de la vieja guardia, que son carcamanes que marcan pedidos y nada más, y están los pibes jóvenes, dentro de los que me ubico yo», se ríe y complementa: «Nosotros venimos empujando, no únicamente para vender y recomendar libros de determinada editorial, sino para promocionar textos buenos. Varias veces me encontré recomendando a otras editoriales, incluso en librerías a las que voy a hacer mi trabajo. Tiene que ver con la pasión por la lectura», argumenta Federico e, inmediatamente después, coincide en que generar una red de buenos libros favorece el nivel en general, y eso, siempre es una buena noticia para la industria.

Su formación, al principio más cerca de la tecnología que de las letras, lo llevó a trabajar como técnico electrónico, arreglando impresoras láser para subsistir. La escasa vocación por ese trabajo lo incentivó a renunciar y dedicarse a lo que le apasiona: el mundo editorial. En un breve lapso fundó y fundió su propia editorial, hasta que en 2006 surgió la oportunidad de vincularse a la editorial argentina Corregidor. «El laburo me llegó lateralmente, no me formé para ser promotor de libros. Me apasiona la lectura, estudié Licenciatura en Letras, pero la facultad y yo nos dejamos», dice entre risa y seriedad. El paso por la universidad gestó en él la pasión, sobre todo, por la literatura latinoamericana.

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Corregidor, la editorial donde Federico trabaja desde hace doce años, fue fundada por Manuel Pampín, quien llegó a Argentina buscando un futuro lejos de la Guerra Civil Española. Trabajó en una distribuidora de libros, al poco tiempo formó su propia empresa de distribución y, más tarde, en 1970, fundó la editorial Corregidor. «Es un tipo que editó, por primera vez en la Argentina, a autores como Osvaldo Soriano y Alberto Laiseca. Su catálogo es maravilloso, incluye obras de Juan Carlos Onetti, Haroldo Conti, Juan Gelman, Clarice Lispector. Tengo la suerte de trabajar en una editorial de la que estoy orgulloso del fondo que tiene», dice Federico. Con el tiempo, los derechos de algunos de esos autores se fueron perdiendo, pero Corregidor siempre fue la vanguardia de la literatura latinoamericana. «Esa lanza se repuntó con la colección Vereda Brasil. Se trata de la colección más grande del mundo de literatura brasileña fuera de Brasil. Tenemos títulos de grandes autores, entre los que se encuentran ocho títulos de Clarice Lispector, pero también de escritores no tan conocidos. Es el caso de un tipo que la está recontra rompiendo, Ferréz, el escritor de literatura marginal más importante de Brasil. Vive y escribe desde una favela en San Pablo. Anda muy bien, en Brasil es editado por Planeta y en Argentina nosotros somos su editorial», cuenta el corredor.

Entre el sinfín de anécdotas que traen los años de trabajo editorial, recuerda una oportunidad en que Ferréz, de visita en Argentina, entró a la librería El Ateneo Grand Splendid y pidió que le recomendaran un autor brasilero contemporáneo: «El librero pensó, buscó y le entregó en manos un libro suyo. Le dijo que era de los brasileros que la estaban rompiendo en los últimos años. La anécdota es una buena noticia para la editorial, una felicidad enorme para los que impulsamos este tipo de literatura», dice haciendo tangible el amor por su trabajo. 

Letras latinoamericanas

En los últimos años Manuel Pampín fue delegando progresivamente su trabajo como editor. «Desde hace cinco años, sus hijos, María Fernanda, Paula y Juan Manuel, se fueron encargando cada vez más de la editorial. También su yerno, Norberto Gugliotella, labura muy activamente con ellos», explica Gori. Hoy la editorial tiene más de tres mil libros publicados en un catálogo especializado en literatura argentina y latinoamericana.

Los años de trabajo, la calidez de la empresa familiar y el amor por la literatura dieron paso a Federico a involucrarse cada vez más en el proceso editorial. Con la oportunidad, incluso, de leer originales y tener una opinión bienvenida y siempre escuchada. «No soy editor, no tomo ese tipo de decisiones, pero participo en una cadena que me parece muy buena. Corregidor es muy permeable a las recomendaciones. Se formó un equipo de trabajo muy generoso donde los editores están predispuestos a mi lectura», concluye.

Entre las colecciones a destacar se encuentra Archipiélago Caribe, que es dirigida por María Fernanda Pampín. «Es una colección muy valiosa, que va creciendo. Trabajamos con autores cubanos, dominicanos, puertorriqueños, haitianos. El primer libro de esa colección fue un texto de Eduardo Lalo, un puertorriqueño que no era muy conocido en ese momento. En pleno proceso de trabajo nos preguntábamos: ¿Qué pasará con este libro? Fernanda me pasó el original, lo leí, y me pareció maravilloso. La consideré la mejor novela que leí en los último cincos años. A los seis meses, la obra ganó el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos [2013]. Ahí radica el rol del editor. Esa fue la visión de Fernanda», cuenta. «Tenemos también una colección que se llama Letras al Sur del Río Bravo que son selectos de grandes autores: Onetti, Felisberto Hernández, Oliverio Girondo, Alejo Carpentier, Virgilio Piñera, entre otros. De esa colección se desprende Narrativas al Sur del Río Bravo, que es una colección abocada a literatura actual latinoamericana. Los primeros dos libros son de autores argentinos, tenemos a Débora Mundani con su novela El río —fue un original que leí y me pareció una belleza— y Ariel Urquiza con No hay risas en el cielo, ganador del Premio Casa de las Américas en el 2016», cuenta Federico sin respiro entre un autor y otro.

La labor del corredor, silenciosa entre las manos que trabajan los libros, funciona como influencia anónima en el mundo editorial. La vocación de Federico es innegable: materializándose como nexo de la editorial con las librerías, su arte radica en la sensibilidad para leer al lector. 

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