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relaciones de familia

Padres e hijos: un vínculo en la literatura y el cine

Por Roberto Appratto / Domingo 15 de julio de 2018
Imagen de la película «La familia» de Ettore Scola

Celebramos el Día del Padre leyendo esta reflexión que hace Roberto Appratto acerca del vínculo entre padre e hijo plasmado en el cine y la literatura; cómo el ejercicio de la representación puede sanar historias familiares o simplemente mostrarlas para que lectores y espectadores nos encontremos en sus palabras.

La relación entre padres e hijos ha sido tratada en la literatura y en el cine a lo largo de muchos años y de infinitas maneras. El valor modélico, testimonial, simbólico, de un padre visto desde la perspectiva de un hijo: lo real de las relaciones humanas en ese punto sensible, que permite el deslizamiento hacia un cuadro de época, hacia la generalidad transcultural de los roles familiares, el recorte del punto de vista infantil o adolescente sobre un mundo adulto, a menudo incomprensible, a veces cruel, a veces ejemplarizante, ha dado lugar a múltiples ejemplos en ambos tipos de relatos. Hay padres en Visconti, en De Sica, en Almodóvar, en Todd Solondz; en Kafka, en Cormac McCarthy, en Martin Amis, como no podría ser de otra manera. Toda lista parece a la vez interminable e improcedente, a menos que se encuentre la manera de tratar esa exploración de vínculos.

Para empezar, hablar de los padres (para Ettore Scola, para Phillip Roth, para Paul Auster, para Alan Berliner) es hablar del sujeto que evoca y procura situarse en ese mundo, trasmitir a la vez el sentimiento resultante del vínculo tal como ha sido procesado a través de los años y la reconstrucción de la propia identidad. Es contar historias, es usar el psicoanálisis, testimoniar y hablar. Al convertirse en relato, esas evocaciones, esos retratos, sufren muchas veces la reducción a una norma expositiva lógica que termina, como todo intento estético fallido, por ser impersonal: es decir que, fuera de algún rasgo específico de la biografía, el cuadro podría ser de cualquiera, es la tipificación de un modo de ser padre, de un modo de ser familia en la época considerada que avanza por carriles conocidos, los de cualquier historia lineal, haya o no hijos y padres. Los padres y los hijos son cifras o agentes de discursos, gestos, actitudes, que no sirven para captar la relación, ni lo que ha sido del evocador a lo largo de los años, sino para asegurar el interés del espectador por episodios heroicos o conmovedores de por sí. En esos casos se remite a modelos y no a la experiencia de ser padre y de ser hijo. Hay algo real ahí que se falsifica, que se pierde. Pero no siempre.

El valor del testimonio, del recurso a volver atrás para ver quiénes eran los padres, qué aprendió uno con ellos, qué son, años después de su desaparición, depende del énfasis que se haga sobre los puntos fuertes del relato o más bien sobre vivencias, sobre escenas. Pienso ahora en películas españolas como El espíritu de la colmena o El sur, ambas de Víctor Erice, para verificar esa posibilidad de contar una historia familiar sin ceder a la presión de lo previsible.

Ya sea que se trate de ejemplos documentales, ficcionales o mixtos, cuando se llega a eso que se llama escrituras del yo y se aplica a la relación padres-hijos, en literatura y en cine por igual se ha llegado a captar la intimidad de esas vivencias: alcanzaría con Madre e hijo de Sokúrov, Ladrones de bicicletas de Vittorio de Sica, Mi padre, un extraño, de Gilbert Cates, para apreciar cómo, desde distintas estéticas y concepciones del cine, es posible entender la mirada de un hijo y mostrar cómo puede reconstruir un mundo personal; cómo la mirada a esa misma mirada, centrada en el padre, o en los sucesos que pasan por al lado del padre y lo condicionan, recupera esa plenitud inconclusa con que se construye una vida en los vínculos, en presencia o en ausencia. La invención de la soledad de Auster, La familia de Gustavo Ferreyra, Pálida luz en las colinas de Ishiguro, La carretera de Cormac McCarthy, muestran la misma amplitud y profundidad de registro: es hablar desde el vínculo, encontrar el lugar, sin la complacencia de cerrar el relato para darle un sentido. Es la opción entre conceptos y experiencias de vida y de lenguaje. Entre lo contable y lo no contable, la ambigüedad prevalece junto con el sentimiento y recupera la realidad. Las listas son larguísimas y subjetivas, pero hay por dónde ir para entender el tema.

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