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Series y libros

Es más de lo que puedo decir de ciertas series: «Hacks» y Despentes

Por Patricia Turnes / Jueves 02 de marzo de 2023
Hannah Einbinder y Jean Smart en la segunda temporada de «Hacks». Créditos: HBO.

Una serie lleva a un libro, y un libro a una obra entera. De la serie Hacks a Teoría King Kong, de Virginie Despentes, y después rumbo a otras obras de esta autora francesa «karateka» e ineludible: Patricia Turnes explora todo lo que se puede decir sobre ambas cosas. Un buen comienzo de marzo...

Sobre una cierta serie

Este verano me puse al día con la segunda temporada de Hacks que es tan buena como la primera. Mientras esperamos que se estrene la tercera temporada, que viene en camino según sus productores, hablemos sobre esta serie producida por HBO. 

Hacks trata sobre las mujeres en la industria del espectáculo, sobre qué es humor y qué no. La serie explora la relación laboral entre Deborah Vance, una legendaria cómica de Las Vegas, y Ava Daniels, una escritora de veinticinco años que recién está empezando. A Deborah le cuesta adaptarse a un mundo en el que sus chistes han quedado oxidados. A Ava la han cancelado por un comentario desafortunado en Twitter. Jimmy, el representante de ambas, es quien las conecta con la esperanza de matar dos pájaros de un tiro, ya que ambas necesitan volver a encarrilar sus carreras. Cuando se conocen, esta diva de la generación boomer parece no tener ningún punto en común con la exasperante escritora millennial. 

Según lo que se explica en la serie, en los setenta Deborah Vance fue comediante de una legendaria sitcom. Trabajaba junto a su esposo: juntos definieron la comedia moderna. Tuvo la mala suerte de que él la engañó con su hermana. El programa terminó. Deborah Vance, en plena crisis, perdió encima la oportunidad de ser la primera presentadora nocturna en la televisión. Cuarenta años después, Hacks nos presenta a Deborah Vance devenida en figura habitual de los shows que ofrece un casino de Las Vegas. Vive en una glamorosa mansión y tiene un grupo de asistentes que trabajan para ella. Todas las decisiones que ha tomado en su vida nos muestran que es una workaholic: ha priorizado el trabajo por encima de cualquier relación o actividad. Pero su éxito comienza a tambalearse cuando el dueño del casino en el que trabaja le avisa que está cortando las fechas de sus shows. 

Capítulo a capítulo, descubriremos que Deborah y Ava no son tan distintas: ambas son luchadoras y talentosas, ambas están solas. Como mujeres, les ha costado bastante abrirse paso en el mundo de la comedia profesional. 

Deborah es una monologuista vieja escuela que se maneja con insultos al estilo de la cómica norteamericana Joan Rivers. La misión de Ava será escribir nuevos chistes que refresquen el gastado repertorio de Deborah. Si bien Deborah no tiene paciencia para soportar a alguien nuevo en su vida, tendrá que aceptar ayuda si no quiere quedarse sin audiencia para sus shows. Ninguna de las dos está contenta con la situación, pero no tienen otra opción que seguir adelante. Como en tantas otras comedias, esta se nutre de la diferencia entre sus personajes y de la dinámica que esto genera. 

Pero hay más binomios antagónicos: seremos testigo de la compleja relación entre la comediante y su hija, a quien llevó de gira desde muy temprana edad. Como consecuencia de esa crianza, la hija tiene todo tipo de traumas y una vida de adicciones. Aparece como historia secundaria la relación entre el manager de ambas (Jimmy), interpretado por Paul W. Downs, uno de los guionistas de la serie, con su secretaria, una chica bastante intensa que ha sido acomodada por su padre que a su vez es el jefe de Jimmy. En la segunda temporada estarán más presentes los problemas sentimentales de Ava. Ella es bisexual y lo muestra abiertamente. Lo piensa todo desde un ángulo políticamente correcto. Antes de tener un affair con su inquilina interrumpe un beso para asegurarse que está haciendo bien las cosas: «Lo siento, un segundo, sólo quiero repasar la dinámica de poder en esta relación, asegurarme de que no hay problema. Tú diste el primer paso. Tú me pagas. Todo bien». Su relación con sus padres es extraña: casi no los trata, pero igual se siente obligada a enviarles dinero.

En la primera temporada, Deborah se somete a una de sus habituales cirugías plásticas. Las experiencias que comparte en la clínica junto a Ava se convertirán en nuevo material para el show de Deborah y será uno de los momentos más importantes de la relación que comienza entre estas dos mujeres. Se vuelven más cercanas cuando escriben chistes juntas.


Sobre la segunda temporada

La segunda temporada quizá es un poco más aventurera que la primera. Un ejemplo es cuando se embarcan en un crucero para lesbianas. Al principio Deborah hace lo que cree que le va a gustar a la multitud: baila, canta, hace de Ellen DeGeneres. Al final se pasa de rosca e intenta hacer bromas que terminan ofendiendo al público. En esta última temporada, Deborah recorre el país en un bus turístico que ha sido acondicionado según sus preferencias (ya sabemos que le gusta vivir a lo grande). Este viaje por clubes chicos de todo el país será una especie de odisea a la que Deborah Vance se somete para probar su material nuevo, más personal que el anterior. En paralelo, crece la tensión dramática entre las protagonistas de la serie debido a un mail difamatorio que Ava había enviado en un rapto de venganza a una productora con anécdotas terribles sobre la cómica veterana con quien trabaja.

A Deborah la interpreta Jean Smart y está brillante en su papel. Habíamos descubierto a esta actriz en Mare of Easttown. Smart era quien hacía de la madre de Mare Sheehan, la detective que protagonizaba Kate Winslet. Ya en aquel momento se robaba todas las miradas. Previamente Jean Smart había dado muestras de su talento en series como Legion, Fargo y Watchmen. Pero hasta Hacks los papeles habían sido secundarios.

A pesar de que este es el primer papel interpretativo de su carrera, Hannah Einbinder se luce a la par de su compañera con su personaje de millennial irritante. Una de las explicaciones puede ser que la comedia corre por sus venas, ya que es la hija de Chad Einbinder, guionista del Saturday Night Live, y de Laraine Newman, quien formaba parte del elenco original del mítico programa. Hannah Einbinder lleva tiempo en el mundo del stand-up. Aunque no tenía demasiada experiencia frente a la cámara, los creadores de la serie decidieron darle una oportunidad.

La serie fue creada por Lucia Aniello y Paul W. Downs (ambos pareja en la vida real) más Jen Statsky (The Good Place, Parks and Recreation, y Broad City). La idea nació de un viaje del trío en el que acompañaban a Downs a un rodaje en Maine. Mientras conducían, hablaron sobre el papel de las mujeres en la comedia y el arte a lo largo de la historia y lo difícil que debe haber sido para las pioneras de este oficio. En la conversación salieron nombres como Debbie Reynolds, Elaine May o Joan Rivers como ejemplos. Todas ellas, especialmente Rivers, fueron la fuente de inspiración para crear a Deborah Vance.


Sobre un cierto libro 

Jean Smart, la nube negra que parece llevar todo el tiempo sobre la cabeza, el miedo a envejecer, a quedar obsoleta como comediante pero también el miedo a no ser amada... Pienso en ella mientras releo Teoría King Kong, de Virginie Despentes. Arranca así: «Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, las infollables, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena chica. Y empiezo por aquí para que las cosas queden claras: no me disculpo de nada, ni vengo a quejarme. No cambiaría mi lugar por ningún otro, porque ser Virginie Despentes me parece un asunto más interesante que ningún otro…». A la escritora francesa la conocí justamente por este manifiesto, que escribe con lengua karateka y espíritu revulsivo sobre casi todos los males que sufrimos las mujeres en esta sociedad. Despentes denuncia la violencia y el sufrimiento que vivimos muchas mujeres en este sistema patriarcal. 

Teoría King Kong es un panfleto autobiográfico casi punk, como lo era el Manifiesto SCUM de Valerie Solanas: ambos fueron escritos desde la rabia y desde las ansias de libertad. Es melancólico pero a la vez tiene humor, pero además encontramos poesía en él. Trata de cómo se construye o, mejor dicho, se deconstruye la femineidad, de los mandatos sociales que pesan sobre las mujeres, pero también sobre los hombres, sobre la maternidad, el sexo, la pornografía, la educación, la prostitución. En mi humilde opinión, este libro debería ser estudiado y discutido en todos los liceos como un gran texto que refleja las agendas feministas contemporáneas.   

Cuando publicó aquel libro, la editorial francesa pensaba que Teoría King Kong sería un fracaso, que no le interesaría a nadie. A su editor le parecía que si ponían la palabra «feminismo» en la portada no venderían ni un libro, pero se equivocó. En la actualidad Virginie Despentes es una de las escritoras más vendidas en Francia. Esta enfant terrible de cincuenta y tres años tiene en su haber una trilogía que no debe faltar en ninguna biblioteca que se precie: Vernon Subutex. 


Y ahora sobre VS y más

Vernon Subutex cuenta la historia de un antiguo propietario de una tienda de discos de París que vivió la era dorada del rock. Tras la crisis de 2008 entra en una espiral de decadencia hasta que acaba en la calle. 

He escrito Vernon Subutex tomando como punto de partida el miedo que la clase media tiene en Francia a perder su casa por falta de recursos. [...] Conseguir trabajo pasados los cincuenta años parece muy improbable, y vemos surgir una nueva forma de precariedad que afecta a gente que ha vivido socialmente integrada hasta la madurez, y que de repente ya no puede pagarse el alquiler. He elegido un personaje central que tenía una tienda de discos por varias razones. Primero, porque la industria del disco cristaliza sin duda el cambio de un siglo a otro [...]. Segundo, porque el rock me parecía una cultura capaz de definir cómo los sueños de una juventud se habían roto. [...] A través de este dispositivo era posible intentar contar cómo Francia ha acogido un liberalismo salvaje, cómo las ideas de la extrema derecha han entrado en nuestros razonamientos, adoptando la forma de un pensamiento «rebelde», y también contar cómo envejece la gente que había jurado, de joven, ser radical y rechazar la normalidad.

 Esta trilogía le sirve a su autora para hablar de desigualdad social, de la marginación, de la falta de sensibilidad de las clases altas con respecto a quienes están en la escala más baja de la sociedad. 

La última novela que leí de ella no es la más reciente, sino la última que se publicó por estos lares. Con ella Despentes ganó en 2010 el premio Renaudot, uno de los galardones literarios más prestigiosos de Francia. Apocalipsis bebé no tiene nada que envidiarle a los libros anteriores de la autora. Trata de Valentine, una adolescente problemática que vive en el seno de una familia acomodada en París y ha desaparecido camino a la escuela. Para encontrarla, su abuela contrata a una detective privada llamada Lucie Toledo, quien iniciará la búsqueda en compañía de La Hiena, una investigadora que sigue métodos muy poco ortodoxos. 

Parece que Despentes estaba mirando mucha serie policial escandinava hace unos años (¿vería The Killing?, me pregunto). De ahí salió la idea para escribir este thriller contemporáneo que viaja entre París y Barcelona con romance lésbico incluido.

La adolescente es la oveja negra de una familia tan disfuncional como rica. En Apocalipsis bebé, Despentes tira los dardos una vez más contra las instituciones que ya no funcionan: familia, estado, iglesia, etcétera. Todo está corrupto o es corruptible, parece decirnos la escritora en esta especie de sátira social con aires de road movie. Este libro la alejó de los márgenes, le permitió llevar sus preocupaciones al debate público.

«El ámbito literario francés fue muy duro conmigo. Lo es con las autoras jóvenes en general» dice Virginie Despentes en una entrevista para La Vanguardia. «Este es uno de mis libros más significativos. Lo escribí con cuarenta años y ahí me di cuenta de que parte de la crítica que analizaba mis libros y muchos de los periodistas que me entrevistaban eran más jóvenes que yo. Ya no era la Despentes punk y alocada a la que se le cuestionaba todo. Por primera vez sentía que no molestaba y esa fue una sensación placentera que, por suerte, me acompaña desde entonces». 

«Desde entonces empezaron a decir que era una escritora de culto ¿Cómo cambian las cosas, no?» agrega y se ríe.

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