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Una ofrenda de letras

Día de los Muertos: ofrendas de literatura mexicana

Por Escaramuza / Martes 31 de octubre de 2023
Qué Halloween ni que nada: México tiene su Día de los Muertos, que además cae en una fecha levemente diferente al marquetinero evento anglosajón. Con la excusa de la unicidad de ese país, buceamos en obras recientes y otras ya clásicas de una literatura demasiado rica para entrar en una lista. 

Siempre será un acto injusto listar libros asociados a un determinado país, México en este caso. Primero, porque estarán ligados a gustos personales, modas pasajeras, y hasta ciertas configuraciones del panorama editorial latinoamericano. Además, en segundo lugar, porque el límite de lo nacional es un poco ficticio y claramente arbitrario (pensar, si no, en la pertinencia de incluir a Los detectives salvajes, por su inmersión total en el panorama literario de la Ciudad de México, escrito por un chileno errante, en esta lista). 

Más allá de estas salvedades, hicimos una lista de libros de autoras y autores mexicanos, o ligados a lo mexicano, que vale la pena leer. Porque, además, son libros que se consiguen en Uruguay, algo impensable años atrás, cuando la circulación latinoamericana de libros no era tan asidua como hoy. Dejamos afuera ciertas obras ineludibles, como la de Rulfo (imperdonable, sobre quien Francisco Álvez Francese ya escribió un ensayo en Intervalo) y la de Valeria Luiselli (de quien ya nos hemos ocupado acá y más acá). También podríamos habernos detenido en Andrea Chapela y su ciencia ficcion chilanga, y en una poeta contemporánea como Clyo Mendoza, pero estamos a la espera de que los libros de ambas lleguen a librerías. 

Vaya entonces una selección signada por la narrativa de escritoras contemporáneas, pero también las y los ya clásicos, el ensayo y la poesía, y sin olvidar la gastronomía: una selección que es también una ofrenda. Ah, y sirve de preámbulo a la noche del 1 de noviembre, en que Escaramuza abrirá con una propuesta especial de cena mexicana

 

Paradáis, de Fernanda Melchor (Random, 2021)

Una novela breve, pero contundente, en la que entran la violencia pura y dura, el machismo endémico, el racismo y los abismos entre las clases sociales. Todo está muy lejos de la transliteración a la que hace referencia el título. Melchor (1982), cuyo dominio de las letras es evidente (y de un ritmo sin respiro), nos trae una historia que noquea y da muestra cabal de uno de los rumbos que ha tomado la narrativa contemporánea mexicana. «Los escritores somos un poco parecidos a los psicópatas, no podemos escapar de nuestras obsesiones», ha dicho la autora en entrevistas. Y así comienza esta novela: 

Todo fue culpa del gordo, eso iba a decirles. Todo fue culpa de Franco Andrade y su obsesión con la señora Marián. Polo no hizo nada más que obedecerlo, seguir las órdenes que le dictaba. Estaba completamente loco por aquella mujer, a Polo le constaba que hacía semanas que el bato ya no hablaba de otra cosa que no fuera cogérsela, hacerla suya a como diera lugar; la misma cantaleta de siempre, como disco rayado, con la mirada perdida y los ojos colorados por el alcohol y los dedos pringados de queso en polvo que el muy cerdo no se limpiaba a lametones hasta no haberse terminado entera la bolsa de frituras tamaño familiar. Me la voy a chingar así, balbuceaba, después de pararse a trompicones en la orilla del muelle; me la voy a coger así y luego voy a ponerla en cuatro y me la voy a chingar asá, y se limpiaba las babas con el dorso de la mano y sonreía de oreja a oreja con esos dientes grandotes que tenía, blancos y derechitos como anuncio de pasta dental, apretados con rabia mientras su cuerpo gelatinoso se estremecía en una burda pantomima del coito y Polo apartaba la mirada y se reía sin ganas y aprovechaba la distracción del gordo para darle baje a la botella, encender otro cigarro y soplar el humo con fuerza hacia arriba, para espantar a los mosquitos bravos del manglar.

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Mudanza, de Verónica Gerber Bicecci (Sigilo, 2023)

Fuera de clasificaciones: Gerber (1981) ofrece un libro híbrido y fascinante en el que desarrolla la vida de artistas que abandonaron la literatura y fueron por el camino de las artes visuales. Al mismo tiempo, traza su propio recorrido. Como establece la propia narradora de Mudanza, este ensayo está dedicado a quienes fueron: «Del texto a la acción. De la página al cuerpo, de la palabra al espacio, al lugar; de la frase al suceso, a la acción; de la novela a la vida escenificada». Mejor seguir leyéndola en esta edición-puente latinoamericano de la editorial Sigilo: 

Nunca me abandoné a la contemplación de mi ojo ambliope. Nunca, como los errantes, he podido seguir los signos abstractos de esta mirada intermitente y su alfabeto deformado. Nunca acepté que el mundo desistiera de mí ni desistí de él. Tal vez por cobardía. Tal vez porque no se trata de una decisión. Tal vez porque un día te descubres afuera sin forma de volver y ni siquiera recuerdas que había un lugar a donde regresar. A cambio, he buscado personajes con destinos ambliopes, aquellos que, en una demencia consciente, deciden renunciar, abandonarse a la contingencia para poner su vida, cuerpo y trabajo en el mismo espacio de indeterminación.


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Ya te llegará: Correspondencia 1984-1997, de Margo Glantz y Tamara Kamenszain (Eterna Cadencia, 2023)

Este libro es una preciosa muestra del género epistolar y es fruto del trabajo de reconstrucción de varias mujeres editoras, escritoras e investigadoras: Leonora Djament, Cynthia Edul, Florencia Garramuño, Mercedes Halfon y Malena Rey. Acá, la gran escritora mexicana Margo Glantz (1930) se escribe con su amiga, la poeta argentina Tamara Kamenszain (1947-2021), en lo que se torna un diálogo sostenido por la amistad entre una punta y otra del continente.

Querida

Veinticinco días de huelga de correo nos están dando a los argentinos una visión del mundo como desde las trincheras. Es desde ellas que te mando unas líneas aprovechando algún mensajero artesanal que sale de nuestras lejanas fronteras.

Querida

Me da mucho gusto oír de ti y ver tus letras. A veces me enoja que no escribas más que direcciones maravillosas pero comprendo, cuando recuerdo tus libros, que eres muy sobria, lo contrario de mí, y me consuelo.


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La hija única, de Guadalupe Nettel (Anagrama, 2020)

Esto puede sonar a declaración desmedida, pero tiene una gran dosis de verdad: pocas escritoras logran lo que Nettel (1973) hace en un par de oraciones. Hay una elegancia hermosa en su escritura, que no deja por ello de ser libre y al grano. Nada de academicismo, a pesar de que la autora también sea editora de una revista académica. Mientras esperamos la llegada de Los divagantes, su último libro, vaya una recomendación ferviente: construida en torno al eje de la familia y el amor, por los hijos pero también en la amistad, La hija única es un gran libro sobre lo poco (y mucho) que nos sostiene. Así empieza: 

Mirar a un bebé mientras duerme es contemplar la fragilidad del ser humano. Escucharlo respirar suave y armoniosamente produce una mezcla de calma y sobrecogimiento. Observo al bebé que tengo frente a mí, su cara relajada y pulposa, el hilo de leche que escurre por una de las comisuras de sus labios, sus párpados perfectos, y pienso que cada día uno de los niños que duermen en todas las cunas del mundo deja de existir. Se apaga sin hacer ruido como una estrella perdida en el universo, entre miles de otras que siguen alumbrando la oscuridad de la noche, sin que su muerte provoque en nadie desconcierto, con excepción de sus parientes más cercanos. Su madre queda desconsolada de por vida, a veces también su padre. Los demás lo aceptan con resignación pasmosa. La muerte de un recién nacido es algo tan común que a nadie sorprende, y sin embargo cómo aceptarla cuando uno ha sido alcanzado por la belleza de ese ser intacto.

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El mono gramático, de Octavio Paz (Galaxia Gutenberg, 2014)

La obra de Paz (1914-1998) es ineludible al pensar en México, pero también al concebir la poesía del siglo XX en general. Ya sea por la profunda revisión de la tradición lírica en lengua castellana desde su creación, como también por una profunda ansia de dar cuenta del lenguaje poético desde lo ensayístico, Paz es inseparable de su origen mexicano y sus posteriores movimientos por distintos países. En El mono gramático está la fusión de géneros, lo más ensayístico con la prosa y una gran dosis de poesía, atravesado por la vivencia de Paz en la India, que tanto lo marcó y que signó un poema tan hermoso como Blanco en 1966, pleno de erotismo. 

El libro comienza así:

Lo mejor será escoger el camino de Galta, recorrerlo de nuevo (inventarlo a medida que lo recorro) y sin darme cuenta, casi insensiblemente, ir hasta el fin —sin preocuparme por saber qué quiere decir « ir hasta el fin» ni qué es lo que yo he querido decir al escribir esa frase. Cuando caminaba por el sendero de Galta, ya lejos de la carretera, una vez pasado el paraje de los banianos y los charcos de agua podrida, traspuesto el Portal en ruinas, al penetrar en la plazuela rodeada de casas desmoronadas, precisamente al comenzar la caminata, tampoco sabía adónde iba ni me preocupaba saberlo. No me hacía preguntas: caminaba, nada más caminaba, sin rumbo fijo. Iba al encuentro... ¿de qué iba al encuentro? Entonces no lo sabía y no lo sé ahora. Tal vez por eso escribí «ir hasta el fin» : para saberlo, para saber qué hay detrás del fin. Una trampa verbal; después del fin no hay nada pues si algo hubiese el fin no sería fin. Y, no obstante, siempre caminamos al encuentro de..., aunque sepamos que nada ni nadie nos aguarda. Andamos sin dirección fija pero con un fin (¿cuál?) y para llegar al fin. Búsqueda del fin, terror ante el fin: el haz y el envés del mismo acto. Sin ese fin que nos elude constantemente ni caminaríamos ni habría caminos. Pero el fin es la refutación y la condenación del camino: al fin el camino se disuelve, el encuentro se disipa. Y el fin —también se disipa.

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El invencible verano de Liliana, de Cristina Rivera Garza (Random, 2021)

Este libro se merece todos los premios que ha ganado. Cristina Rivera Garza (1964), en clave de no ficción, realiza un homenaje a su hermana muerta en un feminicidio hace treinta años, pero también denuncia la violencia estructural y machista de México. Por si fuera poco, lo hace con un estilazo que nos lleva de la mano en su búsqueda de justicia, sin descanso. Un recorte del libro da la idea de este camino emprendido por Rivera Garza: 

¿Número de folio? ¿Un caso de 1990, dice? Se acuerda. Sí. Y sonríe. Lo discutió con su jefe hace unos días. Lo recuerda porque es muy inusual que alguien busque un documento de hace tantos años. ¿Si sabe eso?, me pregunta.  ¿Saber qué? Que es todavía más inusual que lo encuentre. La veo a los ojos, pero con todo recato. Y me pregunto si lo que escucho es un simple comentario o si hay, ahí, en esa pequeña oración puntiaguda, un reproche soterrado. Me lo pregunto en silencio: ¿Por qué me tardé tanto? Pasan tantas cosas en treinta años. Pasa la muerte, sobre todo. No deja de pasar. La muerte de miles y miles de mujeres. Sus cadáveres aquí, rondando. Atrás del hombro. En los pliegues de las manos, que se aprietan. En la comisura de los labios. Atrás de las rodillas, cuando se flexionan. Pasan aquí, al lado, a mi  lado; no dejan de pasar. 

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Aura, de Carlos Fuentes (Libros del Zorro Rojo)

Esta nouvelle ilustrada no tiene desperdicio. Carlos Fuentes (1928-2012) fue uno de los grandes escritores mexicanos y se paseó por varias formas de escritura, y creación, a lo largo de su vida. En Aura, ilustrado por Alejandra Acosta (1975), la editorial Libros del Zorro Rojo ofrece una experiencia total de inmersión en un universo de veras inquietante. María Negroni, en el epílogo, indica: «Fuentes narra como si filmara, capturando el presente psicológico con verbos activos y deficientes, usando el suspenso y la premonición». Aura, que cobra vida tras cinco décadas de su primera publicación, demuestra su plena vigencia.

  

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México. Gastronomía vegetariana, de Margarita Carrillo Arronte (Phaidon, 2022)

Nada más pensar en la comida mexicana y surgen asociaciones cárnicas de todo tipo. Pero este libro, preciosamente editado por Phaidon, recupera una tradición ancestral de cocina con puros vegetales: el omnipresente maíz, los porotos, las más deliciosas especias, y una abundancia de frutas y verduras que inspira a través de fronteras. 

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