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La dimensión levrero #2

La telepatía como una de las bellas artes

Por Matías Núñez / Miércoles 06 de diciembre de 2017
Matías Núñez, nuestro especialista en Levrero, vuelve al portal a contarnos de la faceta más mística de este autor uruguayo: la parapsicología.

Cuando en 1987, en el número 15 de la revista El Péndulo, Cristina Siscar le preguntó a Mario Levrero, sobre la relación entre el Manual de parapsicología que había publicado en 1978 y su obra literaria, Levrero rechazó el nexo y contestó que había escrito ese manual como modo de ponerle punto final a su interés en la parapsicología. La respuesta se presta a malentendidos, ya que puede interpretarse que el autor vivió una especie de desengaño con respecto a la parapsicología como forma de comprender el mundo. Sin embargo, como también aclara Levrero en una entrevista realizada por Saurio, la escritura del manual no pretendía ponerle una lápida a sus convicciones basadas en las ciencias ocultas; sino más bien delimitar las vivencias paranormales que lo acechaban a diario y amenazaban con poner en juego su cordura: «Mi interés por la parapsicología surgió, naturalmente, por padecer de fenómenos telepáticos, a los que si no le ponés un marco razonable te pueden enloquecer. La novela Fauna es de inspiración parapsicológica, directamente. No se me ocurre otro ejemplo. En cambio, la fenomenología paranormal sí me ha afectado en la creación de algunos textos, es decir, hay casos en que pude darme cuenta».
A Levrero no se le ocurrió otro ejemplo más que la novela Fauna, pero por suerte a la crítica rosarina Luciana Martínez sí (especialmente, el libro de cuentos Todo el tiempo). De hecho, en el ensayo que publicó en la antología realizada por Ezequiel de Rosso, La máquina de pensar en Mario, Luciana Martínez no solo estableció los lazos entre la parapsicología y la literatura levreriana, sino que también desoyó el rechazo de Levrero a considerarse un escritor de ciencia ficción. Según Martínez, Levrero —al igual que tipos como J. G. Ballard, Philip K. Dick o Stanislaw Lem— puede ser leído dentro de lo que se conoce como la «nueva ola de la ciencia ficción», una reformulación del género que deja atrás la idea del método cartesiano y la tecnología como formas de conocimiento del mundo para poner en su centro el pensamiento místico (estoy tentado a decir que esto es propio de la posmodernidad, incluso del new age, pero lo cierto es que la mística estuvo también «de moda», por ejemplo, durante el Renacimiento).
Pero, más allá de la posibilidad de leer la primeras obras de Levrero tomando en cuenta el manual, encuentro todavía más atractivo rastrear la mirada místico-parapsicológica en sus textos de exploración del yo: Diario de un canalla, El discurso vacío, La novela luminosa y, muy especialmente, Burdeos, 1972. Y es que el Manual de parapsicología ofrece una fértil oportunidad de comprensión de una serie de «experiencias luminosas» relacionadas con la capacidad, por ejemplo, de comunicarse a través de los sueños con otras personas (para robar códigos de acceso informático o hacer el amor, como se cuenta en La novela luminosa) o, incluso, aprender un idioma de forma inconsciente (por cierto, un fenómeno paranormal que el manual define como xenoglosia) y absorber, al mismo tiempo, información peligrosa que puede irrumpir de forma violenta y suicida, como en Burdeos, 1972.

Pero antes de hablar del contenido místico-parapsicológico de estos libros abocados a la exploración del yo, empecemos por Fauna, el ejemplo que ofrece Levrero. En esta novela, que no es ni la mejor, ni la más representativa de la obra de Levrero, ni tan siquiera la más accesible, podemos encontrar desde disparatados casos de personalidad múltiple o gemelos perversos (donde la idea del doppelgänger encuentra su extremo paródico en las hermanas Flora y Fauna), sesiones de espiritismo, telepatía, la visualización de escenas que se desarrollan en otros tiempos-espacios o casos de trance hipnótico. Es en este marco que el detective parapsicológico contratado para detener a Monsieur Victor, el telépata que acosa a la hermosa Flora, se vale de una forma de entender la realidad muy alejada de la celebración del positivismo que manejaba el relato policial del siglo xix (o las series televisivas al estilo csi o House). En su lugar, cada uno de los fenómenos que ocurren en este libro desaforado se expone, sin pruritos terminológicos, en el Manual de parapsicología. Por ejemplo, en un solo párrafo de Fauna, puede leerse:

Me preocupaba aquella visión del moño azul en la cabeza de Flora, y de la lectura surgió la sencilla explicación de que yo había caído momentáneamente en una forma de trance hipnótico, captando la realidad inconsciente de Flora —su regresión a la infancia— y percibiéndola en una verdadera alucinación visual. También había habido un pequeño trance cuando capté aquella molécula de perfume de Fauna, trance que había permitido la hiperestesia olfativa (p. 53).

Y si uno va al manual, por trance hipnótico se entiende:

En ciertos estados, que pueden bordear lo patológico, o en momentos especiales, o sobre todo, en estado del llamado «trance hipnótico», se comprueba que estímulos mínimos no sólo son captados por los sentidos, sino además cuidadosamente archivados en nuestra memoria inconsciente. La captación inconsciente es normal, habitual, constante, común en todos los seres humanos, y la llamamos hiperestesia inconsciente, pero en las circunstancias especiales que mencionábamos […] este material puede hacerse consciente (p. 19).

En ese mismo pasaje de Fauna, se comenta la posibilidad de percibir el pensamiento de otra persona («captando la realidad inconsciente de Flora»), también descrita en el manual:

Para resumir este punto importante, diremos que la lectura del pensamiento es un fenómeno extranormal de conocimiento, por medio del cual una persona (el dotado) hace conciencia del pensamiento de otra, captando mediante uno o varios sentidos hiperestesiados los reflejos de todo tipo asociados al pensamiento de esa otra persona e interpretándolos inconscientemente. El pasaje a la conciencia, o afloración de este material inconsciente, sólo es posible en estado de trance […] (p. 37).

A su vez, las regresiones («su regresión a la infancia») son definidas en el manual como un fenómeno de prosopopesis o cambio de personalidad:

… en determinadas circunstancias, ciertos sujetos abandonan su personalidad habitual para asumir otra completamente distinta. Sufren una distorsión de memoria, y una transformación de los rasgos de carácter. Pueden tener nombre, ideas y tendencias diferentes. La nueva personalidad puede conocer a la anterior, pero habla de ella como si fuese un extraño o un enemigo (p. 21).

Por último, la extrema capacidad de percibir en forma inconsciente algo que habitualmente pasa desapercibido («capté aquella molécula de perfume de Fauna»), es definida en el manual como una forma de hiperestesia:

Del mismo modo que ciertas mariposas macho son atraídas por la hembra en celo desde muchos kilómetros de distancia, o que un perro entrenado para la caza muestra una sensibilidad olfativa extraordinaria, también un artista suele advertir matices (de color, sonido, etc.) completamente indiferentes para otras personas […] (19).

Y este pasaje del manual es especialmente importante ya que la hipersensibilidad aquí descrita es una cualidad propia de los artistas (de los verdaderos artistas, vale aclarar) pero, y todavía más importante, es un elemento que está íntimamente ligado a la forma de Levrero de estar en el mundo, a su manera disruptiva de percibir la realidad y, en definitiva, a la concepción del universo a partir de la cual escribió algunos de sus últimos textos autoficcionales: la mística.


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