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vida y obra

Elizabeth Bowen: una aristócrata entre dos orillas

Por Natalia Mardero / Lunes 30 de julio de 2018

Elizabeth Bowen fue una mujer que, habiendo pasado su vida entre grandes aposentos de mansiones aún más grandes, con una vida marcada por tardes aristocráticas llenas de té, logró captar este universo, y también el de la guerra y aquellos otros que comparten la historia del mundo, en su obra que se mantiene viva hasta nuestros días.

En 1930 Elizabeth Bowen heredó Bowen’s Court, una solariega casa de campo construida en 1775 en el condado irlandés de Cork. Durante generaciones los integrantes de la familia Bowen, únicos dueños de la propiedad, pasaron veranos idílicos en sus aposentos. Para la escritora recordar Bowen’s Court era volver a su Irlanda natal, y así lo hizo en varios de sus libros, como The Last September (1929), Seven Winters (1942) y en el ensayo biográfico Bowen’s Court de 1942. En su obra se cuela esta y otras mansiones, interiores silenciosos donde se aferran los sobrevivientes de una aristocracia anglo-irlandesa que se extinguió irremediablemente.   

Elizabeth Bowen nació en Dublín, Irlanda, en 1899. Hija única de una pareja protestante de la alta burguesía, su primera infancia resultó ser todo lo que una niña podría desear. Creció en una elegante casa en Herbert Place, cerca del Gran Canal, escuchando el traqueteo de los tranvías sobre los puentes y viendo pasar las embarcaciones que transportaban madera a un aserradero cercano. En su libro de memorias Seven Winters recuerda las imágenes y los sonidos de esa vida en Dublín. Desde muy temprana edad fue consciente de las distinciones sociales derivadas de la religión y la clase. Los obreros católicos eran parte de la ciudad pero eran reconocidos como «los otros»; sus mundos estaban cerca, pero nunca se tocaban.

En 1907 su padre sufrió una serie de crisis nerviosas y fue ingresado a un psiquiátrico de la ciudad; la niña y su madre se mudaron a Hythe, en Kent, donde tenían familia. La salud del señor Bowen no terminaba de mejorar cuando en 1912 murió la madre de Elizabeth, a causa de un cáncer. La hija, desolada, se fue a vivir a Londres con sus tías. Desde entonces y por el resto de su vida se sintió desplazada, sin hogar: creía que su patria se encontraba en el mar, en un punto intermedio entre Irlanda y la Inglaterra que la acogió.

En su juventud, y luego de un breve pasaje por una escuela de arte, Bowen comenzó a escribir. En 1923 ocurrieron dos hechos destacables: editó su primer libro de cuentos, Encounters, y se casó con quien sería su pareja de toda la vida, Alan Cameron. Por entonces Elizabeth ya había comenzado a codearse con algunos de los integrantes del Círculo de Bloomsbury, como Rose Macaulay, Virginia Woolf y Bertrand Russell.

Mientras vivía en una confortable casa cercana al Regent’s Park de Londres, surgieron algunos de sus libros más celebrados: Una casa en París (1935) y La muerte del corazón (1938). Esta última es su obra cumbre, considerada por la revista Time como una de las cien mejores novelas del siglo XX. Ambientada en el Londres de entreguerras, narra la historia de Portia, una adolescente huérfana que va a vivir con su medio hermano y la esposa de este a una sombría y noble mansión ubicada en el mismo barrio donde residía la autora. Entre rituales del té, emparedados de huevo y muebles centenarios, Bowen revela lo más íntimo de la idiosincrasia de la alta sociedad británica, llena de secretos y afectación. La vida transcurre lenta y sin sentimentalismo dentro de las casas donde casi nada se expresa con palabras, pero sí con silencios, gestos sutiles y rígidos mandatos sociales. Su escritura fluye de manera lenta, cuidadosa y elegante, lo que la hace un recordatorio constante de cómo cada uno de sus libros fue abordado con concienzuda laboriosidad durante años.  

La vida acomodada no impedía que la literatura de Bowen se acercara a la realidad de la guerra y a la pobreza que asediaba a Londres, como sucede en El calor del día (1949), donde narró una historia de amor con el Blitz como telón de fondo. Tenía la capacidad de llevar a los lectores a las regiones más complejas del corazón, pero, también, de retratar de forma vívida las secuelas más traumáticas de la guerra. Se aventura en las ruinas y se detiene en sus protagonistas menos visibles, como los niños de infancia fracturada y mundos emocionales complejos, incomprendidos y subestimados por adultos que apenas pueden sobrellevar sus propias vidas. 

En 1952, la escritora y su esposo decidieron mudarse definitivamente a Bowen’s Court. Los anfitriones recibieron allí a amigos y llevaron adelante tertulias interminables con los nombres más destacados de la literatura contemporánea, como Eudora Welty o Carson McCullers. Pero, si mantener la casa ya era una tarea titánica, tras la muerte de Cameron se dificultó aún más. «Mantener una casa de campo es una lucha desigual, a menos que uno sea más rico y sólido que el común de la gente», declaró la autora a fines de los sesenta. Bowen viajaba constantemente, escribía artículos, daba conferencias y trataba de reunir el dinero para no perder la propiedad. Pero sus esfuerzos no fueron suficientes y la casa fue vendida en 1959. Para 1960 ya estaba demolida. Desconsolada, Bowen volvió a Inglaterra y poco a poco retomó la escritura. En 1969 ganó el James Tait Black Memorial Prize, uno de los premios más antiguos y prestigiosos de la lengua inglesa por su novela Eva Trout (1968). En 1973 murió en Londres, tras batallar duramente con un cáncer de pulmón; sus restos viajaron a  Irlanda y fue enterrada junto a su esposo muy cerca de Bowen’s Court. La gran dama de la novela moderna dejó un legado literario que cada vez suscita más interés. Entre las obras que se pueden leer en español se encuentran La muerte del corazón (Impedimenta), El último septiembre (Acantilado) y El fragor del día (Impedimenta).

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