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El amor, la juventud y el universo

Todas esas voces

Por Sofía Aguerre / Lunes 18 de noviembre de 2019
Fotograma de la película «El sol también es una estrella».

Nueva York: Natasha está a punto de ser deportada con su familia a Jamaica y Daniel, de origen coreano, quiere ser poeta contra la voluntad de sus padres. Sofía Aguerre nos recomienda El sol también es una estrella, de Nicola Yoon, una novela de amor y diversidad contada con un estilo cercano y muy humano.

Voy a empezar esta reseña con una afirmación personal: no creo en el amor a primera vista. Y sí, empecé a leer un libro que, en gran medida, trata el amor a primera vista siendo muy consciente de esto. ¿Por qué? Es una pregunta muy válida. Porque me gusta salir de mi zona de confort y que me sorprendan. Este es uno de esos casos en los que la novela me sorprendió positivamente.

Natasha es una joven racional, lógica y aplicada que está pasando una de las situaciones más complicadas de su vida: su familia va a ser deportada y debe dejar el país esa misma noche. A pesar de todo, sigue buscando la manera de solucionarlo. Daniel es hijo de inmigrantes coreanos, siempre a la sombra de su hermano mayor, con el que no se lleva nada bien. Aunque tiene sueños propios, como el de ser poeta, parece que su vida va a ser la que sus padres decidan.

Estos personajes se encuentran por casualidad. Sus mundos chocan sin remedio alguno. El problema es bastante obvio, sin embargo: Natasha no va a quedarse en Estados Unidos por más tiempo que ese mismo día, aunque Daniel no lo sepa y, aun así, se proponga enamorarla en ese lapso de tiempo con la excusa de un experimento científico.

En sí, no parece ser una novela cuyo argumento llame la atención por su originalidad. No obstante, no es ese argumento lo que quiero resaltar, sino cómo está contada. Además de los capítulos desde las perspectivas de Natasha o Daniel, muy distinguibles entre sí y cargadas de emociones, tenemos unas cuantas más. En general, las de muchas de las personas que se cruzan y que tienen un papel más bien secundario en la novela, aunque algunos tengan más peso que otros. Son capítulos puntuales, cortos, que nos permiten mirar un poquito en la vida de esos personajes y por qué son como son, actúan como actúan o están en las circunstancias en las que nos los cruzamos. Abren la posibilidad a entenderlos mejor y generar empatía, no solo respecto a Daniel y Natasha sino, al reflexionar un poco, a nosotros mismos. A la gente a nuestro alrededor. A todas las historias que hay detrás.

También tenemos capítulos en los que el narrador explica fenómenos o términos y los relaciona con la trama de una forma que no se hace pesada ni aburrida, sino que suma y les da a las palabras de los protagonistas un color diferente. Este narrador aparece en momentos clave y, a su manera, es como si fuera un personaje más.

El amor a primera vista es un gran pilar de esta novela, sí, y al final del todo termina por resultar bastante creíble. Llega, emociona, te hace querer que logren sus objetivos. No creí que fuera a verlo de esa manera, pero así de bien construido está. Aun así, es importante que quede claro que no es el único tema que trata el libro. Las relaciones familiares, los sueños y las expectativas del futuro, la identidad, la inmigración, la sensación de pertenencia… Todo eso sale tanto de Natasha como de Daniel, de sus recuerdos, de los fragmentos narrados por sus familiares y por la gente que se cruzan. Entre todos contribuyen a hacer que esta historia sea muy humana. Muy cercana.

Así es como una novela que trata un tema que no me suele gustar terminó por engancharme. Se lee con mucha fluidez y de verdad despierta sentimientos muy potentes hacia los protagonistas, su relación y sus sueños.

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