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Pócimas literarias: humor y nieve en el valle

Por Mariela Peña / Lunes 30 de noviembre de 2020

Información para el usuario: los libros, como la magia, pueden conseguir que sucedan cosas extraordinarias. Lectoras y lectores preguntan y Mariela Peña recomienda un nuevo libro para cada situación. Tania Val de Lumbre, de María Parr, es la lectura sugerida para Kate.

Hola, Mari. Mi mamá y yo tenemos la costumbre de leer juntas un libro por mes. Me encantaría que nos recomiendes algún libro que te haya gustado. Ninguna de las dos somos adolescentes jaja, pero nos gusta la literatura juvenil. ¡Besos y gracias!

Antes de comenzar con la reseña, quiero hacer hincapié en un detalle para nada menor que también fue decisivo a la hora de elegir un título ideal para recomendarle a Kate y su mamá: Tania Val de Lumbre (Nórdica, 2015)es la primera publicación de la colección «Nórdica Infantil», una de mis editoriales favoritas. Cuando me enteré de que se abriría la puerta a esta colección de LIJ, la niña que me habita empezó a saltar de alegría dentro de mí. Estaba tremendamente ansiosa por leer este libro inaugural, aunque, claro, también existía la opción de desilusionarme. Lejos de ocurrir eso, creo este libro escrito por María Parr e ilustrado por Zuzanna Celej —un dúo atómico, dicho sea de paso— es ideal para ser el primero. Autora e ilustradora logran construir un universo emotivo que podría pensarse —si se me permite la analogía— como una versión moderna de Heidi.

El personaje principal de esta historia viene del frío. Se llama Tania y es una niña que vive en Val de Lumbre, un sitio donde no hay otros niños o niñas, solo ella. Encariñarse con Tania es inevitable. Desde la primera página podremos empatizar con ella y con su mejor amigo Gunnvald, que tiene setenta y cuatro años. La relación de amistad entre Tania y Gunnvald será el motor de la trama. Tania tiene un amigo, un confidente, pero también tiene un adversario que se llama Klaus Hagen, un miserable que odia a las mascotas y a los niños y niñas. Tanto la relación de complicidad como la antagónica están muy logradas. Los rasgos que las constituyen están bien trabajados, refuerzan el verosímil.

La vida de Tania, su contexto y sus circunstancias, está tan bien contada que la autora consigue sacar al lector de su rol pasivo y lo introduce de lleno de ese mundo como si, efectivamente, fuera parte de él. Nos hace visitar el valle, sentir el frío, ver la nieve, ser un elemento más de su característico vecindario.

A mi criterio, los dos objetivos más logrados por Parra son, por un lado, la caracterización de los personajes, las sombras que proyectan, la humanización que consigue, al punto de hacernos creer que los estamos viendo, escuchando, que podemos meternos en sus mentes, que son nuestros amigos; y, por otro, la construcción de los escenarios, con descripciones que atacan los cinco sentidos, precisas y expansivas. Adoré la fotografía de esos paisajes nevados, poéticos, que refrescan el alma —tan necesarios, en estos tiempos.

La lectura de Tania Val de Lumbre es, ante todo, entretenida. Más de una vez me encontré sonriendo ante las hojas y no hay un solo personaje del que no me hayan quedado ganas de seguir conociendo, para reforzar la amistad o enemistad con ellos. Es una novela que tiene los condimentos de los que están hechas las historias inolvidables: aventura, naturaleza, fantasía, construcción de mundos, feminismo, humor y ternura. Mucho humor y ternura. Estos tópicos y experiencias atraviesan el texto de principio a fin.

El poeta inglés W. H. Auden decía: «No hay ningún libro infantil bueno que sea exclusivamente infantil». Y yo no puedo estar más de acuerdo. Tengo treinta y tres años y el pensamiento que me atravesó, luego del punto final, fue: acabo de leer un libro inolvidable.

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