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Escritos con Z

Poemas y pensamientos de Grecia Roca

Por Escaramuza / Viernes 11 de setiembre de 2020

Grecia tiene 17 años y un particular interés por la poesía. Además asiste con frecuencia a La burbuja, el espacio literario abierto para jóvenes, de Escaramuza. Compartimos algunos de sus poemas y pensamientos en Escritos con Z, una columna dedicada a la producción escrita de jóvenes nacidos entre 1994 y 2010.

Mi nombre es Grecia Roca, tengo 17 años y soy venezolana, llegué hace tres años a Uruguay. Amo crear, ser parte del arte y moldearme a él. Mi camino favorito es la literatura; escribo poesía para no reventar, para manifestarme y experimentar en pieles ajenas.


La pequeña muerte

El colibrí mató al gato

la bestia de ojos dorados ya no volverá a amanecer 

su pensamiento salpica las paredes blancas

y a la suave luz del domingo, la jaula dorada yace abierta.

 

Sin canto, sin remordimientos

el colibrí se dió a la fuga con el crimen entre las alas. 

En cambio, me dejó un cuerpito tieso contra el piso dominó.

 

Me imagino la sombra felina correteando la habitación prohibida

y con ese espíritu tan hambriento, 

mi pequeña criatura no era más fuerte que el humano.

 

El colibrí, latido hecho ave, 

dio un golpe fatal y se perdió en el cielo.

 

Con cada crimen nace una verdad.

 

Quién pudiera ser un colibrí.

 


Medianoche

Las luciérnagas están ardiendo. Atrevidas, tratan de alcanzar el cielo para pegarse como estrellas fluorescentes en una habitación infantil. Se arrinconan, se dispersan. Son fuegos artificiales. Su espectáculo me hace saborear las uvas de año nuevo, el olor de la noche, tu desliz atrevido por la pista de baile.

Tu fantasma se ciñe a mis caderas, desgarra mi vestido, me baña en vino y me mima con una violencia enternecedora. Jugamos a ser una pareja de los años 30 que se enrolla entre sí y se besa en una posición casi ficticia; pero eres más antigua, naciste de la semilla de Urano, emergiste de espuma salada, querida Venus, Diosa, me haces y me deshaces. Estoy inventada por ti, perdida en las dunas de tu espalda. Me estoy muriendo de sed en la curvatura de coxis. 

Podría hablar de las siete maravillas de tu cuerpo y del mundo desconocido que hay detrás de tu nuca. Podría dar una cátedra de tus silencios y aún así, no hay demonio que me convenza de ir a buscarte. 

Esta noche, este escalofrío, me conduce a tu silueta de a finales de década.

Tus hombros, el pecado original. 

En la oscuridad, luces malditas dibujan tu figura danzarina. El espacio, el tiempo. No eres ser, eres fenómeno, conspiración, parpadeo.

El relámpago que rompe en mi habitación.


De mi cuello cuelga la luna, se esconde en mi escote, busca el calor de un pecho al que le sobran telarañas. Mi cabeza está habitada por cuervos, ruñen mis ideas y dejan un huequito para el invierno, pero no hay nada blanco en mí, ni las mentiras que suelto con esta boca abusadora, ni las esquinas de mis ojos infectadas de ilusión.

Si cierras los ojos y le prestas atención al zumbido de la ciudad, escucharás mi latido por las calles rotas y, quizás, descifres el camino a mi habitación. 

Muero de frío desde que nací.


Dijimos tanto el nombre de Dios 

Que esa noche se volvió sagrada 

Un halo bendito alrededor de de la forma de tu labios 

Esos, que saben tanto rezar como pecar 

 

Aún bailan tus confesiones en mi oreja 

Palabras que ni a Jesús le dirías 

Mucho menos a los dioses que alabas cuando te beso

 

Que no te hiera la conciencia  

No dejes pasar a la culpa

El terciopelo que te roza

La dulzura que te envuelve 

 

Digamos la verdad

De hombre a hombre 

Los dos escuchamos el coro de ángeles

Cuando tus manos favoritas te tocan

 

Tendidos en el altar 

Vino y pan 

 

No le temas al infierno 

Arde menos que el roce de nuestros dedos 

 

Arrodíllate y reza por nosotros. 

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