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Pócimas literarias: metaliteratura y vidas estrelladas

Por Mariela Peña / Lunes 09 de setiembre de 2019
Fragmento de la portada en su edición brasileña (Editorial Rocco).

Información para el usuario: los libros, como la magia, pueden conseguir que sucedan cosas extraordinarias. Lectoras y lectores preguntan y Mariela Peña, escritora de literatura juvenil, recomienda un nuevo libro para cada situación. La hora de la estrella, de Clarice Lispector, es la lectura elegida este mes.

Hola, Mari. Soy Pato, tengo 17 años y quisiera que me recomiendes un libro que no sea igual a todos los que vengo leyendo con historias de fantasía o cosas así. Estoy animándome a escribir y me gustaría empezar con alguna novela o libro de cuentos que me sorprenda por cómo esté escrito y porque la historia no sea ficción vacía. Hace mucho que un libro no me vuela la cabeza, que no me hace pensar y repensar. Besos: ¡te adoro!

Voy a iniciar esta reseña con algo que puede confundirse con un trabalenguas: La hora de la estrella es una novela de Clarice Lispector cuyo narrador es un escritor que está escrito en el acto de estar escribiendo el relato que el lector va leyendo en el preciso instante de esa escritura.

Suena extraño, lo sé, pero es exactamente así.

Este nivel metaliterario se articula a través de la voz del narrador protagonista llamado Rodrigo S.M., que nos hace partícipes de su proceso de escritura y de la dificultad de crear el relato, al tiempo que nos cuenta sobre el terrible dolor de muelas que padece mientras escribe. Todo eso nos ubica rápidamente en el rol de interlocutores, testigos, participantes y lectores. ¡Todo al mismo tiempo!

Dicho narrador y protagonista es un escritor sin pena ni gloria («Si todavía escribo, es porque no tengo nada más que hacer en el mundo mientras espero la muerte»). Él se siente, de algún modo, interpelado por la figura de una chica nordestina, llamada Macabéa, que deambula por Río de Janeiro. Esta chica escapa a todo estereotipo de belleza, es una mujer sin atributos, la más cruda representación de lo insignificante y lo prescindible. Es una auténtica antiheroína carente de amor, de familia y esperanza, que vive una vida miserable sin ninguna consciencia de su situación.

Ve en ella a un ser subterráneo e invisible, sobre el cual se propone escribir ya que considera que ella también «tiene derecho al grito», la define y la describe partir de sus carencias y de esa ingenuidad que la salva de la brutalidad y la violencia estructural de un sistema que excluye a las personas más débiles.

 Lo interesante es que, a medida en que hace radiografías sobre ella y sobre el lugar marginal que ocupa en la sociedad, también comienza a hacerlas sobre sí mismo y a cuestionarse su visión del mundo y el universo, su idea de la soledad, la muerte, sus estados de ánimo, la escritura misma, sus miedos y angustias. 

Por eso es que le recomiendo esta lectura a Pato y a cualquiera que se encuentre en la búsqueda de un libro diferente que lo acompañe en un momento de replanteos. Fundamentalmente porque todo ese proceso de reflexión que inicia el narrador a partir de la observación de Macabéa y de la miseria en la que está sumergida, está atravesado por el ojo omnisciente de Clarice Lispector, la verdadera autora (aunque por momentos logre confundirnos), por su personalísimo estilo, su lírica incomparable y su delicado sentido del humor. La hora de la estrella es un sube y baja de emociones; es necesario advertir a Pato que la hará reír, pensar y llorar intermitentemente.

Uno de los elementos más atractivos es la construcción de los protagonistas a través de sus emociones y sus circunstancias, del mismo modo en que los personajes secundarios también están creados a partir de esa parodia que funciona como crítica y protesta. Por ejemplo, la construcción del personaje Olímpico de Jesús: un metalúrgico y galán con ansias de poder y de dinero que cree que Macabéa suena a nombre de alguna enfermedad, el cual termina «cambiando» a Macabéa por Gloria, una mujer que tiene éxito con los hombres por ser voluptuosa, a pesar de contar con otras características no tan agradables. Este personaje representa el costado sexista y machista de la sociedad en la que una mujer pobre e ignorante intenta sobrevivir. En este y otros sentidos, La hora de la estrella es parodia, espejo, juego y crítica.

Lo que más me gustó de este relato, y por eso es que se la recomiendo a Pato sin dudarlo, es que a pesar de que es una descripción cruda de desgracias y carencias, de un mundo que desprecia a los más vulnerables, que muestra los espacios más oscuros, de ese «no lugar» que tienen en la sociedad, la pluma de Clarice es tan contundente que logra interpelarnos sin caer en golpes bajos. Se sirve de imágenes, sensaciones y una lírica poderosísima que toma su máxima temperatura sobre el final, como para dejarnos con ganas de más y más Clarice, a partir de la idea de que la vida se define en un gran sinsentido porque hay vidas que no le importan a nadie.

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