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reseña

Stoner (y un manojo de digresiones)

Por Inés Bortagaray / Viernes 01 de diciembre de 2017
Inés Bortagaray nos ha contado un poco de cine, y hasta nos recomendó una serie. Hoy nos presenta este paseo por una novela riquísima, injustamente olvidada desde su primera publicación en 1965, y, en boca de muchos, desde hace unos pocos años. Recientemente traducida al español, gracias a la editorial Fiordo, les presentamos un viaje maravilloso de la mano de una gran escritora.

El punto de partida, el inicio de Stoner, novela de John Williams (Estados Unidos, 1922-1994), dice así: «William Stoner ingresó en la Universidad de Misuri en 1910, a los diecinueve años». La segunda oración es una síntesis rápida que cuenta al mismo tiempo el desarrollo y el final de la biografía: «Ocho años después, en plena Primera Guerra Mundial, se doctoró y aceptó un puesto docente en esa misma institución, donde dictó cátedra hasta su muerte en 1956». Podrían ser las breves líneas de un hombre moderadamente célebre, una de esas que acompañan las efemérides.
¿Sabemos algo sobre William Stoner a partir de estas primeras líneas del libro? Sí. Todo lo que está ahí es estrictamente cierto. Y aunque todo es estrictamente cierto, las honduras de ese hombre, los pliegues, sus expectativas, sus decisiones, su frustración, su manera de vivir y de atravesar su destino, son la filigrana de este libro. Son parte de esta biografía, que se expande y retrata al hombre (William Stoner), al mundo íntimo del hombre (lo inefable, su mandato, el trabajo, el estoicismo, la epifanía, el amor, el desamor, sus esfuerzos y sus convicciones) y al umwelt (su medio ambiente: la Academia en el medio oeste de Estados Unidos en el contexto de las dos guerras mundiales).
¿De qué se trata la novela? Stoner, hijo de padres que aún siendo jóvenes parecían viejos, pequeños (y muy pobres) productores rurales, por consejo de un agente de extensión agraria es enviado a estudiar Agronomía en la Universidad estatal de Columbia, en el estado de Misuri. Con el sacrificio de su padre y su madre, William llega a Columbia con un traje nuevo de paño negro. La universidad será el mundo entero para el taciturno Stoner, que muy pronto descubrirá, epifanía mediante, que no quiere dedicarse tanto a la química de suelos (estudio que no le depara mayor dificultad) como a la literatura.
El plot point (o punto de giro) sobreviene en una clase del profesor Archer Sloane, ante el soneto 73 de Shakespeare: tras la repetición del dístico «Esto ves, y tu amor se fortalece / amando bien aquello que ya pierdes». William Stoner queda sin aliento, la luz que entra por las ventanas parece surgir desde adentro a sus compañeros, la sangre que fluye por sus venas deja sentir su recorrido, el sentido del tacto ha cambiado. Luego, nada será igual, porque Stoner tendrá la literatura, y con ella tendrá el amor (habrá mucho desamor, también) y el aprendizaje. El sentido de pertenencia será irrevocable.
El viaje de William Stoner evoca algún paso del viaje del héroe (hay un llamado a la aventura, hay un mentor que ayuda en el camino, acaso también haya un elixir), si pensamos que los hombres comunes y corrientes, expuestos a la frustraciones de la vida y a un surtido de decisiones malogradas pueda tener un carácter heroico (yo sí lo pienso; especialmente durante las últimas páginas del libro, el personaje muestra toda su integridad y el calibre de su entereza, en una descripción minuciosa que no toma ningún atajo).
De a ratos la novela es desesperante (por qué el mundo es mezquino, por qué los necios tienen tanta suerte) y hasta sombría (la relación con su esposa, Edith, nos hace caminar varios kilómetros heridos a puñaladas, añorando la tregua para nuestro querido amigo, y, al mismo tiempo, en algunos instantes sentimos piedad por ella, por no haber logrado expresar oportunamente su renuencia a casarse y luego llenar de hostilidad todos esos anhelos incumplidos y los huecos de su carácter). Sin embargo, con una escritura prodigiosamente sencilla, Williams deja que el fulgor se pose sobre Stoner (o que Stoner lo proyecte hacia fuera) en la luz oscilante del enamoramiento y los relámpagos (y dios mío: qué bellos son los relámpagos).


Stoner
Williams, John
Fiordo (2016)
Páginas: 304
UYU 690

stonerlibro.png


Originalmente Stoner apareció con un tiraje de 2000 ejemplares en Estados Unidos en 1965. Sepultada luego por casi cuarenta años, la novela se volvió a publicar en 2003 por Vintage y se convirtió en un best-seller. A partir de 2011 fue divulgada y traducida en varios idiomas.

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John Williams publicó su primera novela en 1948: Nothing but the Night. Un año más tarde, su primer volumen de poemas: The Broken Landscape. En 1955 asumió la dirección del programa de escritura creativa de la Universidad de Denver, donde enseñó por más de treinta años. En 1960 publicó Butcher’s Crossing. Stoner es su tercera novela. Con su cuarta novela, August (1972), ganó el National Book Award en Estados Unidos.

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Cuando era chica, en la escuela nos pasábamos copiando biografías de grandes e ilustres personalidades, y nos pasábamos calcando mapas (había alumnos con una capacidad asombrosa para calcarlos, les ponían dentro polvito de colores, el mar azul, colores distintos para identificar los países o los ecosistemas: la pradera, la sabana, la tundra, la estepa). La primera línea de Stoner recuerda una línea cualquiera de aquellas biografías a que eran tan afectos los maestros y profesores en los ochenta.

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Lo leí en la edición de Fiordo (2016), primorosamente traducida por Carlos Gardini.

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Después de analizar una gran cantidad de mitos, el teórico en mitología Joseph Campbell (1904-1987) se dio cuenta de que hay una estructura que en todos los casos se repite. El resultado de su análisis es el núcleo de El héroe de las mil caras (1949), libro que indaga en una estructura básica de ciclos, pasos o aventuras que repiten los héroes de distintas leyendas populares, un patrón narrativo que trata el tema del viaje del héroe. El esquema fue de gran inspiración para George Lucas en el desarrollo de La guerra de las galaxias.

  1. Mundo ordinario- El mundo normal del héroe antes de que la historia comience.
  2. La llamada de la aventura- Al héroe se le presenta un problema, desafío o aventura.
  3. Reticencia del héroe o rechazo de la llamada- El héroe rechaza el desafío o la aventura, principalmente por miedo al cambio.
  4. Encuentro con el mentor o ayuda sobrenatural- El héroe encuentra un mentor que lo hace aceptar la llamada y lo entrena para su aventura o desafío.
  5. Cruce del primer umbral- El héroe abandona el mundo ordinario para entrar en el mundo especial o mágico.
  6. Pruebas, aliados y enemigos- El héroe se enfrenta a pruebas, encuentra aliados y confronta enemigos; aprende así las reglas del mundo especial.
  7. Acercamiento- El héroe tiene éxitos durante las pruebas.
  8. Prueba difícil o traumática– Surge la crisis más grande de la aventura.
  9. Recompensa- El héroe se ha enfrentado a la muerte, se sobrepone a su miedo y gana ahora una recompensa.
  10. El camino de vuelta- El héroe ha de volver al mundo ordinario.
  11. Resurrección del héroe- Otra vez el héroe se enfrenta a la muerte y debe usar todo lo que ha aprendido.
  12. Regreso con el elixir- El héroe regresa a casa con el elixir, con él ayuda a todos en el mundo ordinario.

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Según el maestro de la escritura de guiones Syd Field (Estados Unidos, 1935-2013), un plot point es un incidente, episodio o acontecimiento que se «engancha» a la acción y le hace tomar otra dirección, entendiendo por «dirección» una «línea de desarrollo». Un plot point puede ser cualquier cosa: un plano, unas palabras, una escena, una secuencia, una acción, cualquier cosa que haga avanzar la historia.

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He aquí el soneto, traducido por Carlos Gardini:

En mí ves esa época del año
en que muy pocas hojas amarillas
cuelgan de las ramas temblorosas,
coro en ruinas donde pájaros cantaron.
En mí ves el crepúsculo del día,
cuando el sol se hunde en el poniente,
poco a poco arrebatado por la noche,
gemela de la muerte, y del reposo.
En mí ves el rescoldo de ese fuego
de una juventud hecha cenizas,
el lecho de muerte donde expira
consumido por lo que era su alimento.
Esto ves, y tu amor se fortalece
amando bien aquello que ya pierdes.

***

Recordé durante la lectura de esta novela a tres personajes que podrían ser parientes de William:

1) Holden Caulfield. Como con el protagonista de El guardián en el centeno, cuando terminamos de leer Stoner empezamos a auscultar el mundo según los ojos de William Stoner, que ya es nuestro amigo, o es una parte de nosotros mismos: ¿acaso estaría de acuerdo conmigo en que esto o aquello es una impostura?, ¿qué diría Stoner sobre esto o aquello?

2) Herzog (el protagonista de la novela homónima de Saul Bellow). Las dudas, la educación sentimental, la noción de fracaso, otra vez la Academia.

3) El protagonista de la película While We’re Young (de Noah Baumbach), que se enfrenta a un personaje más joven, más resuelto, más agresivo, más avasallante, pero también un chanta, en un vínculo que lo asoma a sus propias debilidades.

***

He aquí una bella estampa de su aprendizaje amoroso: «En su año cuarenta y tres de vida, William Stoner aprendió lo que otros, mucho más jóvenes, habían aprendido antes que él: que el amor no es un fin sino un proceso a través del cual una persona intenta conocer a otra». Lo cierto es que hay un momento de Stoner que se vive con la emoción con que se mira, una y otra vez, la escena de la encrucijada en Los puentes de Madison: el personaje que interpreta Meryl Streep va con su marido en el auto. Llueve. Delante, Clint Eastwood avanza en su camioneta. Ambos están enamorados (siempre lo estarán, qué duda cabe). La luz del semáforo cambia a rojo y la camioneta se detiene. Es la oportunidad de que Meryl baje y escape de una vida familiar anodina. La conmoción es absoluta. Todo puede pasar. Meryl acerca sus dedos al picaporte del auto. Podría salir del auto y salir de su vida, unirse al fotógrafo aventurero con quien ha pasado días y noches de romance. Pero cuando la luz se pone verde, ella acepta que su destino es inmutable y que podrá provocar a su familia un dolor tan grande. Prefiere infringírselo a sí misma. Observamos la escena acongojados.

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