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Partícula IV

Por Aldo Mazzucchelli Mazzucchelli / Lunes 26 de marzo de 2018
La atemporalidad y la inmortalidad presentes en las mismas palabras y en el mismo texto. Asociaciones lingüísticas que inmortalizan, pero que en poco tiempo también estarán muertas.

En una conversación de dos horas mantenida frente a una cancha de bochas, el gran músico uruguayo Eduardo Fabini le aseguró al gran poeta uruguayo Alfredo Mario Ferreiro, que el gran poeta uruguayo Julio Herrera y Reissig tenía ademán y tono de voz que eran idénticos al poeta y gran arqueólogo uruguayo don Carlos Maeso Tognochi. Herrera y Reissig está muerto, pero gracias a esa conversación, retenida en un periódico que podría apretar con mis manos, tenemos esa referencia que nos permitiría, de estar vivo el arqueólogo Maeso Tognochi, tener un contacto cuasi directo, si bien metafórico, con Julio Herrera y Reissig. No solo están muertos Herrera y Reissig y su metáfora ambulante Maeso Tognochi, sino también Fabini y Ferreiro. En poco tiempo, un tiempo cualquiera, todos estaremos muertos, y cualquier experimentación al respecto de parecidos acústicos y visuales no tendrá importancia. Pero el episodio sugiere algo interesante, quizá una nueva rama de la filología, más material, como se lleva ahora, que sería la de investigar las vidas de los hombres célebres del pasado a partir de parecidos físicos con existencias contemporáneas.


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