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El folletín filosófico

Imantada I

Por Aldo Mazzucchelli Mazzucchelli / Viernes 13 de octubre de 2017
El discurso se desgrana en finas partículas. Las narrativas de largo aliento estallan en un uso del tiempo y del ojo cada vez más fragmentado. Pero una narración es lo contrario de un hipertexto, y sigue reclamando necesidad interna en sus lazos, y tiempo para la lectura. En este espacio hay textos propios y ajenos entremezclados en un discurso único de fragmentos, alrededor de un tema que se estira, se reformula y se funde en otros, empezando por la escritura misma. Altillo o baldío de fragmentos de sabiduría y de ignorancia, para una lectura opuesta al hábito del consumo.

Tengo una imagen digital del capítulo XXIX de Swedenborg. El pdf se armó al revés y comienza por la última página. Me pareció bien y lo dejé así, leer en subida en general es tan incómodo como leer en bajada. El título es a propósito: La escritura en el cielo. Los ángeles tienen vocablos y por tanto conocen el arte de escribir». Es decir que la escritura les sirve para algo. Por medio de la palabra escrita, o hablada, expresan «lo que conciben mentalmente».

Aquí hay varios pisos de problemas, pero no tenemos tiempo, o sea que lo enviaremos al resumidero en tres frases, como sigue. Al liquidar a la vez el cielo y el infierno, hemos superado la benefacta noción de que escribir es un arte y que sirve para expresar «lo que se concibe mentalmente». Nosotros tenemos palabras, pero no un yo que conciba. Hemos superado incluso a los ángeles, y la mano que escribe es colectiva, impersonal y sin emociones que arríen el ganado; es en suma como la mano que mece la cuna.

La escritura angelical tiene otro pero: es incomprensible. Esto le sonaría natural a Swedenborg; para nosotros no es sino un exceso de confianza en los poderes del más allá. El más allá no es más que el barrio rico del más acá. Un suburbio, un barrio privado. Que lo que allí digan no lo entendamos no es posible, y, si lo fuese, nos dejaría de interesar en el acto, porque no entender de entrada equivale a no entender nunca más. El trabajo de descifre del angelado es inútil. En ciertas ocasiones he recibido hojas en las que había palabras escritas, exactamente iguales a los manuscritos que pueden verse en este mundo, y también he recibido otras en las que había palabras impresas; y pude leerlas del mismo modo en que leo cualquier otro escrito, pero solo pude descifrar el sentido de unas pocas palabras aisladas; ya que no condice con el orden Divino que el hombre se instruya por medio de escrituras que proceden del cielo».

¿Qué clase de escritura es esa que no se sabe lo que dice? ¿Cómo se puede saber que es escritura y no una fotografía paradisíaca de un tejido celestial? ¿O todo lo que está en renglones, como las fajas de la arenisca, es escritura? Escritura delicada e inestable para los tiempos que nunca han de llegar.

Sabemos lo que sabemos porque está en la memoria de ángeles que se equivocan. Ellos hablan con nosotros, especialmente cuando escribimos. En ese sentido, toda escritura es escritura en el cielo. Y ellos tienen sus propias ideas, pero deben limitarse a dirigirse a cada nodo con las ideas del nodo —sea esto lo que sea—, las ideas que el nodo cree que son propias, quiero decir. Pero no lo hacen siempre, porque los ángeles son imperfectos. Y como no lo hacen, nos pasan fragmentos de cosas que no sabemos, pero que nosotros, no sabiendo que es con ángeles que estamos hablando al escribir, las ponemos en papel como si fuesen nuestras, y nos apropiamos de ellas y creamos un ego que se dice qué sabio soy, he sabido todas estas cosas y otras más que no vienen de mi experiencia directa». Así Platón y la reminiscencia, de ahí viene. Y la teoría de los anillos, que está en el Ion.

En suma, la inspiración por escrito viene de seres dotados de escritura de la que nada podemos saber. Y nuestras conversaciones con los ángeles, como nuestro adn, tienen fallas, errores de escritura, por donde se cuelan dones y maldiciones. Los antiguos creían que vivirían de nuevo, todo lo mismo. Pero esa idea viene de estos errores de transcripción. No hay nada en el mundo tan decisivo ni tan cruelmente irrelevante como una falta ortográfica. Genera la memoria de lo que no hemos visto ni oído. De ella viene el yo, que ya va pasando, en tiempos de grandes inundaciones y masivas migraciones, catástrofes del agua y del fuego.

Se usa, tanto en la tierra como en el cielo, cada pedazo de hoja que quede libre. Economía transmaterial. Lo que dicta el Señor de todos modos transita ordenadamente todos los cielos para concluir en el hombre».

Al final todo se reduce, todo este libro y muchos de los demás libros que valdría la pena leer, a la siguiente revelación, o desliz: me fue dado saber que cada letra encerraba arcanos de sabiduría, y que esos arcanos estaban incluidos en las inflexiones y en las curvaturas de las letras, y, por ende, en sus respectivos sonidos».

 ¿La sabiduría en la letra como el alma en un cuerpo? Habrá que seguir revisando, especialmente en la letra como cuerpo de los griegos. El Ion es una serie de inscripciones en las que se interrogaba antiguamente a un poeta, aún más antiguo, con el manifiesto fin de maravillar y entretener a los amigos del preguntador. ¿Qué hay en ello?

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