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Agitar antes de leer

Pócimas literarias

Por Mariela Peña / Jueves 18 de abril de 2019

Información para el usuario: los libros, como la magia, pueden conseguir que sucedan cosas extraordinarias. Para cada situación existe un libro que nos inspira, nos sirve de espejo o nos invita a imaginar mundos diferentes.

Pócimas literarias es una sección propuesta para que jóvenes y adolescentes realicen sus consultas respecto de cuál es la obra indicada para a leer de acuerdo al momento de la vida o circunstancia que estén atravesando. Según los síntomas que presente el lector, Mariela Peña hará un diagnóstico y prescribirá un título, a modo de pócima mágica.  

Mariela Peña, escritora juvenil y gran lectora, recomendará a partir de las consultas enviadas, una serie de lecturas. Para enviar una consulta, pueden hacerlo al correo pocimasliterarias@escaramuza.com.uy


Hola, mi nombre es Camila, tengo 13 años y una hermana de 15. Cuando éramos pequeñas jugábamos juntas, pero ahora ella se encierra en su habitación, no quiere que vaya con sus amigas, y desde que tiene novio es insoportable. Además, en casa siempre nos comparan, porque ella es la lista de la familia y a mí me cuesta mucho estudiar. No sé qué hacer para que deje de histeriquear y no me deje sola.

 

La consulta de Cami me deja unos segundos en silencio, pensando. «Sola», escribe, antes del concluyente punto final.

Pienso o, mejor dicho, recuerdo lo que era sentirme así a esa edad en la que la soledad es, sobre todo, sentir hasta en los huesos la angustia de que nadie a nuestro alrededor sea capaz de comprendernos, empezando por nosotros mismos. Imagino cuánto más puede llegar a pesar si ese sentimiento, además, es generado a partir de una mala relación con alguien tan significativo e influyente como una hermana.

Hermanas y hermanos son quienes nos ofrecen la primera –y, probablemente, más intensa- relación con un igual. Cuando digo «igual» me refiero a otro con quien compartimos no solo los genes, sino los juguetes, la ropa, los espacios, los recuerdos. Un hermano o hermana es un «otro yo» que no termina siendo ni una cosa ni otra o, mejor dicho, que es un poco de ambas.

Entre las miles de historias a las que podría hacer referencia a partir de la consulta de Cami, voy a elegir una que creo que puede significar la pócima más efectiva para ayudarla a resolver su problema. Me refiero a Tatuajes rojos, de Federico Ivanier.

Pienso en este libro por dos razones: porque Federico es un autor absolutamente recomendable para cualquier adolescente e, incluso, cualquier adulto que quiera adentrarse en ese universo que, a veces, nos resulta tan lejano -y que él construye y representa con virtuosismo y empatía-, y porque la historia, precisamente, tiene que ver con los conflictos, temores, rupturas y búsquedas de dos hermanas gemelas, cuyos problemas transitan rutas paralelas repletas de puentes. Ellas son Sabrina y Leticia, de 17 años.

«Cada vez que la veo es como una especie rara de espejo, […] esos que te deforman a propósito. Me pone nerviosa. Sé que verla debería ser algo normal, pero cada vez es peor», dice un pasaje del cuaderno de Leti, que creo que representa perfectamente el origen del conflicto entre estas dos gemelas que están en búsqueda de su identidad más allá de la mirada de los demás y del condicionamiento de la mirada propia.

Durante el desarrollo de la historia, con su original estructura narrativa, podemos ver cómo las hermanas son percibidas por los demás de forma antagónica a la realidad: Sabrina, la hermana que todos señalan como «la chica problemática», no lo es tanto, y Leticia, la aparentemente menos conflictiva de las dos, se encuentra lidiando con una tormenta interior que incluye trastornos de alimentación y autoflagelación.

El conflicto que encarna la historia de Leticia es clave en la novela. La tristeza, la profunda tristeza que puede llegar a sentir un adolescente que no encuentra la forma ni el rumbo porque, antes que nada no encuentra el objetivo, se ve perfecta y sutilmente representada en las escenas en las que Leti se corta, se lastima y, en definitiva, pretende tapar el dolor con más dolor.

A quienes teman que esta historia pueda llegar a «meter malas ideas» en la cabeza a algún adolescente, yo les diría que Tatuajes rojos no tiene golpes bajos ni hace bandera de ninguna cosa, más bien, pone un asunto fundamental sobre la mesa y puede resultar de gran compañía para alguien que esté atravesando un proceso difícil, ya sea como protagonista o como acompañante. Por eso también recomiendo su lectura a madres y padres.

Es un libro profundamente optimista, a pesar de que en más de una oportunidad los personajes toman decisiones erradas o son invadidos por pensamientos oscuros; están llenos de ganas de vivir, de ser felices, de salir del encierro de las propias sombras.

La historia está planteada por un autor que sabe de lo que habla y que recrea escenarios, personajes y conflictos propios del universo adolescente articulando palabras, conceptos e imágenes con la naturalidad de un cepillado de dientes.

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