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los migrantes y el arte

La delgada línea humana

Por Mariangela Giaimo / Martes 18 de diciembre de 2018
Ilustración de Olga Guerra

La realidad nos rompe los ojos. El país se ha vuelto nuevamente un lugar deseado para vivir. Muchas son las razones, y más del dos por ciento de la población es migrante. La migración es un tema nacional e internacional y las artes visuales lo abordan de diversas maneras. En Montevideo hay varias propuestas para pensar este fenómeno contemporáneo.

Sobre la temática se despliegan espacios de exhibición y creación, como el Museo de las Migraciones (MUMI), CasaMario —proyecto colectivo en el bajo de la Ciudad Vieja—, con su Jueves Migrantes, hasta el trabajo concreto de artistas.

Olga Guerra es una mexicana que hace ya cuatro años que está en el país. Ella trabaja con el tema de la frontera, las personas y los muros. Nació en la frontera, en Ciudad Juárez, y le interesa trabajar con las diversas encrucijadas como el feminicidio, los derechos humanos y la memoria.

Una de sus obras es Cruza la línea, en la que trabaja con imágenes las líneas de Tijuana, Melilla, el mar Mediterráneo, Palestina-Israel, Guatemala-México y Venezuela-Perú. Sus obras gráficas son puntuales, directas, con una estética para hacer pegatinas en la calle. Otra de sus propuestas es una serie de serigrafía con instrucciones para cruzar la frontera en la que aparece una imagen con un texto en spanglish. Guerra también trabaja en un taller con Ana Aristimuño con personas con diversidades funcionales.

Ilustración de Olga Guerra

Este año participó del curso de serigrafía de la UTU en la que se organizó el diseño y la pegatina masiva, en Ciudad Vieja y otros barrios de Montevideo, de la consigna «Nadie en el mundo es ilegal». «Vimos que hay un colectivo en Berlín que trabaja con una frase bastante similar. De allí sacamos con todo el grupo la nuestra», explica. La obra de Guerra es una propuesta que hace reflexionar sobre el arte político y el artivismo.

Foto por: Olga Guerra

La migración se da en un contexto —según la propuesta del filósofo Byung-Chul Han en su último libro La expulsión de lo distinto (2018)— es en una sociedad global con un poder que todo lo nivela. Y que anula lo distinto o singular y se genera lo que el autor llama el infierno de lo igual. En ese sistema lo diferente debe ser expulsado, excluido, indeseado y se condensa en la figura del enemigo. Los inmigrantes y los refugiados, aporta el autor, no se perciben como distintos y ajenos, sino como una carga. Es decir, que la hospitalidad —una razón kantiana de valor universal como la dignidad humana— es la posibilidad de reconocer al otro en su alteridad y darle la bienvenida, es una promesa de reconciliación.

Ilustración de Olga Guerra

Otra artista que hace poco presentó su obra sobre la migración es Nora Kimelman con «Migratium» —quien acaba de ganar el Morosoli de plata por su actividad—. Su trabajo pone acento en los barcos, las personas, y los puertos. La poesía del uso de lo matérico, es decir, de maderas antiguas, tela y cuerdas hace que el abordaje sobre el tema posea una gran delicadeza visual.

 

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