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Psicoanálisis y asesinatos en París

El mapa del crimen: sobre «Viviane Élisabeth Fauville», de Julia Deck

Por Francisco Álvez Francese / Martes 28 de mayo de 2019

Viviane Élisabeth Fauville estrena soltería y maternidad casi al mismo tiempo en el que comete un asesinato. Francisco Álves Francese nos introduce en la novela debut de la francesa Julia Deck, traducida recientemente al español por la editorial argentina Eterna Cadencia.

Viviane Élisabeth Hermant, nacida Fauville, es una mujer absolutamente normal, casi aburrida. En sus cuarenta y pocos años y con un buen trabajo, es madre de un bebé y su marido la acaba de dejar, aparentemente, por una mujer mucho menor. De buen pasar y orígenes burgueses, Viviane pasó de pronto a vivir en el este de París, acaso por decisión propia, tras elegir irse ella de la casa familiar, abandonarlo, en una extraña venganza, ella a él. Todavía en una licencia de maternidad extendida, en su vida doméstica de madre reciente y soltera, Viviane lleva una vida rutinaria, apenas interrumpida por sus visitas al psicoanalista, a quien acaba de matar, aunque todavía no lo recuerda bien.

Ese acto, ese desliz, que se cuenta en las primeras páginas, será el disparador, apenas, de una escritura, de una maquinaria literaria que la parisina Julia Deck (1974) maneja ya a la perfección en esta primera novela (aparecida en 2012, hace poco traducida al español por Magalí Sequera y publicada por Eterna Cadencia), en la que logra mostrar sus habilidades y el mundo de su narrativa, que proseguiría luego en libros como Le Triangle d'hiver (2014) y Sigma (2017). A esa altura estudiante de psicología, Deck presenta una historia llena de guiños a los lectores que tienden a la interpretación en clave psicoanalítica, con, por ejemplo, un arma homicida perfectamente fálica que fue regalo de casados de la madre de la protagonista. Sin embargo, a la vez, la novela escapa a estas lecturas a menudo simplistas, eludiendo convertirse en una especie de muestrario de tropos freudianos.    

Es, en cambio, un auténtico muestrario de los recursos de su autora, que maneja no sólo la segunda, la tercera y la primera personas del singular, sino también la primera del plural con gran fluidez y logra efectos memorables y un estado permanente entre la alucinación y el olvido. Estos desplazamientos sugeridos a través de las variaciones de la voz narradora, en efecto, que implican un cambio también en el lenguaje e, inevitablemente, en el punto de vista, son parte de los hallazgos de esta obra inicial que muestra a su autora en plena madurez y dan relieve a rasgos de la trama, que se mueve en torno a la personalidad de la protagonista, un personaje tan carismático como extraño, tan burdo y tan singular, tal vez, como cualquiera de nosotros.

Con el pretexto del crimen quizás pasional de fondo y el camino de Viviane de la comisaría al apartamento, del apartamento a su antiguo hogar y de ahí a un hotel, entre otros muchos derroteros, Deck arma un relato apasionante sobre las relaciones humanas en la París contemporánea y dibuja un mapa ajustado (según, sobre todo, la visión de la clase media francesa) de sus distritos y barrios, con sus características propias y sus habitantes disímiles, que parecen modificar incluso el clima. La escritura de Deck, alimentada de detalles, se esmera en crear ambientes, situaciones típicas, que contrastan con violencia con los sucesos y la psiquis misma de la protagonista y así, a través del deambular de Viviane por la ciudad, en sus conexiones de metro, sus idas y vueltas entre monumentos y gente, la autora traza un verdadero cuadro viviente, atento a los trayectos, y en él coloca a sus criaturas como piezas imperceptibles y, a la vez, cruciales, en una ciudad que parece presente de una manera casi amenazante.

En su manejo hábil de los narradores, además, Deck varía entre el estilo directo, el indirecto y el indirecto libre, y crea diálogos inteligentes que ofrecen distintas caras de los personajes y, junto a los desplazamientos por los tiempos (en flashbacks colocados con precisión), dan más densidad a sus acciones, creando una auténtica red de sucesos que ponen cuerpo sobre todo a la protagonista, delineada con esmero y justicia. En ese sentido, la francesa se muestra enViviane Élisabeth Fauville a la vez como una prosista potente y como una observadora atenta del comportamiento humano y sus contradicciones, de los costados oscuros del deseo que nos empeñamos en olvidar.

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