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cuestión de palabras

Comunes e incoloros

Por Silvana Tanzi / Martes 26 de diciembre de 2017
Foto: Mauro Martella
En este espacio, Silvana Tanzi y María Eugenia Martínez exponen ciertos tropiezos que pueden cometerse a la hora de escribir. A partir de anécdotas lingüísticas, nos invitan a aprender piques y reflexionar juntos sobre nuestro idioma. Silvana nos habla hoy de la «ropa» de los sustantivos: los adjetivos, y de cómo evitar lugares comunes y utilizarlos para sumar al texto y no para restar.

¿Se dieron cuenta de que en las noticias cuando hay un incendio siempre es voraz? ¿O que los delincuentes suelen tener profusos antecedentes? ¿O que la llovizna en el momento de los hechos era pertinaz? Sí, se dieron cuenta. Lo escucharon o leyeron en crónicas policiales.
Hay adjetivos que se pegan a determinados sustantivos como si tuvieran un imán, y de esa unión nace un lugar común o un cliché. Son habituales en las noticias policiales, deportivas o de espectáculos, pero los tenemos tan incorporados que se nos deslizan sin darnos cuenta en cualquier tipo de textos. Hay que evitar estas uniones si se quiere tener un estilo de escritura personal y cuidado.

Acá van otros ejemplos. Pueden seguir la lista, es divertido:
silencio sobrecogedor
suave
brisa (¿hay brisas que no sean suaves?)
meridiana claridad
merecidas vacaciones
fiel reflejo
eje central (¿hay ejes que no sean centrales?)
amables donantes
la China milenaria

«Los adjetivos son las arrugas del estilo», escribió en un artículo Alejo Carpentier, en el que recomendaba usar solo los que aportan contenido. Algunos adjetivos son «incoloros» porque no dicen nada por sí mismos, como sucede con divino, bueno, malo o estupendo. En general, se usan antes del sustantivo y lo cargan de subjetividad. Por ejemplo:

Vi un hermoso vestido (dice más de quien lo vio que del vestido).
Vi un vestido aterciopelado (lo describe, trasmite una imagen, una textura).

«Los adjetivos son la ropa de los sustantivos, a los que no podemos vestir con más abrigos de los que necesitan», aconseja el periodista Álex Grijelmo. Y tiene razón, es como ponerle capas al perrito en invierno: no habla del perrito, sino de su dueño.

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