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pensamientos alternativos

Carl Gustav Jung y su hipótesis más revolucionaria

Por Teresa Porzecanski / Miércoles 05 de setiembre de 2018

Teresa Porzecanski estaba leyendo sobre la teoría de la sincronicidad de Jung y, sin saberlo, al día siguiente, le propusimos que escribiera sobre esta mente brillante que fue el psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo. Tal vez, la sincronicidad de pensamientos hizo que, a partir de la lectura del volumen 8 de la Obra Completa (La dinámica de lo inconsciente), Teresa nos presente un resumen de esta teoría de una posible trama inconsciente que comparten todas las psiquis.

Tanto ha sido escrito y debatido sobre este peculiar médico, psiquiatra, terapeuta e investigador suizo, que nació en 1875 y murió en 1961, que poco puede decirse ya de novedoso. Sin embargo, abordar su revolucionaria Teoría de las Coincidencias Significativas (o, como las denominó en 1929, sincronicidades) no deja de plantear cuestiones fundamentales de la filosofía del conocimiento. ¿Puede la psiquis afectar la materia del mundo exterior? ¿Hay acaso un sentido mayor en lo que nos ocurre casualmente como coincidencia? ¿El universo presenta algún tipo de ordenamiento que aún no podemos descifrar? ¿Existe una inteligencia que nos invita, a través de señales y símbolos, a vivir bajo ese ordenamiento?

Un acontecimiento muy preciso iluminó de pronto a Jung durante una de sus consultas: una paciente le estaba relatando un sueño que había tenido la noche anterior sobre un escarabajo y, cuando volvió la mirada hacia la ventana abierta, Jung descubrió un escarabajo de verdad trepando por el alfeizar. La coincidencia de acontecimientos lo lleva a prestar atención a la vida cotidiana e iniciar un registro de situaciones, números, objetos, que aparecen en las vidas de cada uno como sencillas casualidades. Pero su reflexión sospecha que este ordenamiento, que no está ligado por leyes de causa y efecto, podría responder a otro tipo de vínculo, aquel construido por la intención, el propósito o el deseo de la psiquis humana. Simultaneidad y coincidencia de sentido es lo que vincula de manera no causal estas series de acontecimientos sincrónicos.

Mientras que, para la persona distraída, los acontecimientos de la vida se aparecen como caprichosos, e incluso caóticos, ligados solamente al azar y sin un sentido ulterior, para un observador de la conciencia, el concepto de Jung abre revolucionarias perspectivas. Recorriendo el mismo itinerario que su antecesor, Kammerer, un lamarckiano quien, en 1919, había publicado en su libro Des Gesetz der Serie (traducido como La ley de la serialidad) un registro de aparentes coincidencias vividas en su propia experiencia y la de sus pacientes, y después de estudiar en profundidad las muy bajas probabilidades matemáticas de que estas coincidencias pudieran ocurrir en tiempo y en espacio determinados, llegó a una hipótesis original sobre la existencia de una posible ley de tipo no causal: «La ocurrencia de series temporales de eventos recurrentes se debe a procesos cíclicos que se propagan como ondas a lo largo del eje del tiempo del continuum del espacio. Pero los humanos somos conscientes solamente de las crestas de las olas, que aparecen como coincidencias aisladas, aunque provienen de un cordón umbilical que conecta pensamiento, sentimiento, ciencia y arte con la matriz del universo que los dio a luz».

Jung es capaz de tomar, precisar y extender la idea de Kammerer de la coexistencia de la causalidad con otro principio a-causal activo en el universo, que vincula acontecimientos, actuando de manera selectiva sobre la realidad y produciendo configuraciones similares que ocurren simultáneas en el espacio-tiempo, y cuyos procesos operativos permanecen ocultos para la racionalidad ortodoxa.

Si las sincronicidades que detectamos en nuestra vida responden a una ocurrencia no azarosa, entonces estamos ante la presencia de una trama mayor (llámese Dios, dioses, intelecto, inconsciente colectivo, o como quiera llamársele) que conlleva un propósito y un sentido más amplio; trama que es capaz de ser afectada en cierta medida por nuestros deseos e intenciones, y que, a su vez, nos abre ciertos caminos y no otros, ciertas opciones y no otras. Una serie sincrónica es siempre más indicativa que determinante, pues queda en nosotros la libertad de optar por seguirla o dejarla de lado, entre otras alternativas posibles.

Sin embargo, para Jung, habría que prestarles atención, porque serían episodios indicativos de experiencias y actuaciones importantes para dirigir nuestra vida personal, de las cuales surgirán aprendizajes y descubrimientos necesarios para nuestro crecimiento personal, que no hubiéramos podido adquirir de otra manera.

Si la hipótesis fuera puramente psicológica y ligara las sincronicidades a nuestros motivos e intenciones, resalta el problema de cómo y en qué grado nuestro pensamiento y nuestros deseos afectan la realidad objetiva.

Si, además del lado psicológico, la ley a-causal está indicando otros planteos aún más inquietantes, como, por ejemplo, que el universo, por decirlo así, «sabe» lo que vendrá para nosotros y nos los comunica de alguna manera a través de señales, las implicancias de esta hipótesis van mucho más allá, porque no afectan solamente el presente, sino también el futuro. ¿Está de alguna manera el futuro de cada uno delineado someramente en esa trama? Y si es así, ¿es posible conocerlo con cierta antelación? Más aun, ¿es posible cambiarlo y elegir evitar dolores mayores? Más allá de lo único seguro, la muerte, ¿qué nos enseñan los sistemas oraculares más antiguos como el I Ching, y el Tarot, sino la constatación de que las sincronicidades son capitales a la hora de guiarnos en la vida?

Viajero del mundo y de mundos, su curiosidad investigativa no quedó solo relegada a la búsqueda de conocimientos teóricos. En 1920 viajó a Túnez y Argelia, recorrió el Sahara y la sabana africana realizando safaris y visitando varios de los rituales y ceremonias de los masái y hotentotes. Tiempo después, fue invitado a India, donde recibió varios títulos universitarios honoris causa, y se involucró en las raíces del budismo y del yoga. Posteriormente, llegó a Ravena y a Roma, donde incursionó en antiguas mitologías etruscas, para desembocar más tarde en un estudio pormenorizado de las hebreas y egipcias.

Jung lo vio todo en esas repentinas iluminaciones que sus sueños, sus viajes y su intuición le traían, y se dio cuenta de las consecuencias tremendas a largo plazo que su hipótesis sobre la serialidad sincrónica provocaría sobre las maneras de pensar y de vivir de Occidente.

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