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Reivindicar desde el arte

Arte contra la norma

Por Mariangela Giaimo / Jueves 26 de setiembre de 2019

Cuerpos disidentes, sexualidades alternativas, deseos no normativos y arte fuera de la norma para reivindicar otras posibilidades de ser. Mariangela Giaimo repasa la obra más reciente de artistas locales que trabajan sobre género y diversidad sexual.

Este año «Al closet nunca más» es el lema de la Marcha por la Diversidad en Montevideo. Es también una ocasión para visibilizar artistas que trabajan desde la problematización de las identidades y el deseo sexual y que piensan el arte como un lugar de reflexión, de activismo y de quiebre del sentido común.

La diversidad sexual es un tema en el arte. Siempre lo ha sido y desde unas décadas atrás aún más, hecho que coincide con la entrada del «otro» en la esfera artística. El otro, con un deseo diferente, con un cuerpo que no encaja, con una identidad que rompe los binarismos hombre-mujer, así como la heterosexualidad obligatoria. En la esfera de las ciencias sociales en general, las teorías de género, los estudios acerca de lo normal y la diferencia —pensemos en autores como Michel Foucault, Judith Butler, Paul B. Preciado, Homi Bhabha y otros— ayudaron a reflexionar y a dar un marco teórico sobre las propuestas artísticas que deconstruyen lo que consideramos «natural» o simplemente normativo.

El enfoque y categoría de diversidad —si es posible hablar de compartimentos en el arte y en la vida cotidiana— ha calado hondo. Por ejemplo, el Museo del Prado propone seminarios y recorridos sobre su acervo con esta perspectiva. En Uruguay ya existen artistas referentes —algunos los presentaremos más adelante—, así como hasta una Semana de Arte Trans (SAT) que este año realizó su tercera edición con Delfina Martínez —gestora— y Leho de Sosa —artista visual— como curadores. Ambos son activistas de la diversidad y su propuesta tiene como eje entender el cuerpo y la identidad como sujetos políticos. De Sosa es conocido por su cómic activista en formato manga, Teen Trans, que se presentó en varios países de la región y en diversos festivales de arte.

Viñeta del cómic «Teen trans», de Leho Sosa

Como mencionábamos, dentro del panorama de artistas que problematizan la diversidad sexual en Uruguay, encontramos a Luisho Díaz. Su trabajo se centraliza en el mundo de las expresiones de género, así como en propuestas que apuntan a producir lo que él llama «una cierta empatía y tolerancia con el otro. Empatía y tolerancia son quizás los dos pilares más difíciles de practicar y a la vez más necesarios para poder celebrar una verdadera diversidad en nuestras vidas», explica. 

En su trabajo Entramados, que presentó en la Temporada 31 del Espacio de Arte Contemporáneo (EAC), reflexiona acerca del género como una dimensión  de carácter cultural, fluida y contextual de la identidad. «Trabajé con nueve transformistas, drags y disidentes de género, en la realización de una serie de retratos tejidos. Me centré en ellos ya que muestran de manera directa lo ilusorio de la expresión de género. Algo que celebro de este trabajo fue la posibilidad de realizar charlas y visitas donde los protagonistas fueron los retratados. Generamos encuentros donde participaron todo tipo de públicos y tengo certeza de que varios salieron de la sala con nociones ampliadas en torno a sus identidades y expresión de las mismas», cuenta sobre esa propuesta y concluye: «En estos encuentros es donde veo el potencial transformador, activista y reivindicador del arte».

Actualmente, Díaz trabaja sobre la incidencia de las redes sociales en las formas de relacionamiento. En ese sentido,  este año participó en AHORA Festival de Arte Latinoamericano y Activismo con la charla Arte, Redes Sociales y Afectividad ya que cree que el arte es el lugar para «parar el frenesí e iniciar un diálogo sobre estos temas». A su vez, el año pasado estuvo en el Subte con su instalación RomBye con la que reflexionaba sobre las interacciones cotidianas y participó del Premio Nacional de Artes Visuales con Arte Universal.jpg con cuya propuesta pretendía «desplegar algunas preguntas sobre las derivas del lenguaje en la era de la comunicación instantánea». También estuvo en el Ciclo de Performance Clemente Padín con Cirugías Visuales una acción que «invitaba lúdicamente a experimentar la virtualidad como otra forma de realidad para nuestra expresión y representación identitaria».

«Arte Universal.jpg», de Luisho Díaz

En cuanto a las personas trans en Uruguay, Sofía Saunier, artista que trabaja desde el dibujo, la pintura, hasta la performance o el video, con su proyecto audiovisual —documental y testimonial— registra sus historias y utiliza la plataforma Youtube para hacerlas circular. Su intención es mostrar imágenes que escapen a la marginalidad y la prostitución con las que habitualmente se asocia a la población trans.

Otro artista visual uruguayo que trabaja desde el arte y la disidencia es Fabricio Guaragna que, desde los lenguajes de la performance hasta la instalación, problematiza el cuerpo y la identidad de género. Su última obra, expuesta en el Subte, es Una frase, una instalación con claveles rojos presentada al Premio Montevideo de Artes Visuales de este año. La frase es «Sidoso de mierda» y va descomponiéndose junto a la materialidad de las flores.

Esta propuesta nos confronta al estigma, al insulto que, desde la reapropiación del artista, nos pone en evidencia ante lo que nos pertenece a todos: la discriminación. En especial, intenta desentender al enfermo de VIH como un homosexual degenerado y promiscuo: «Esta obra es un punto bisagra en mi trabajo, ya que hace explícito un proceso de investigación en tanto a los cuerpos, las disidencias y la muerte. ¿Qué hace visible esta frase? ¿Qué es lo que devela o enfrenta? ¿Dónde quedan los cuerpos que cargan con la muerte pero siguen vivos?», se pregunta Guaragna, que actualmente trabaja en la palabra, la grafía y sus intenciones en relación a la violencia y las cuestiones del género contemporáneas.

«No te atrevas a desearme», de Fabricio Guaragna.

En su primera exposición individual en la colección Engelman Ost trabajaba con una serie de objetos/instalaciones/performances que ponían en cuestión temas como: «el lugar de la historia personal como construcción normativa, lo publico y privado como espacios ilusorios, la violencia y la mirada desde la niñez como un motor de resignificaciones». Ahora está indagando con «este cuerpo que ahora me toca habitar. Soy un cuerpo disidente y también un cuerpo privilegiado. Soy homosexual y tengo VIH. Pero soy blanco, hombre, clase media, con estudios terciarios, trabajo en el campo del arte y muchos más privilegios de los que debo ser consciente y honesto para poder trabajar desde ese lugar. Ser muy cuidadoso y respetuoso. Pero también confrontador y fuerte».

En definitiva, estamos en un contexto latinoamericano que, por un lado favorece leyes a favor de la identidad y el respeto de otras identidades, pero que, por otro, posee fervientes gobernantes que atentan y ponen toda su energía en seguir construyendo una sociedad que transforma al otro en enemigo, enfermo o monstruo de circo. Pero, por suerte, está siempre el arte como un espacio para romper las barreras, desde la libertad y la irreverencia. Como lugar para mostrar la violencia, potenciar las luchas y, como afirma Nelly Richard, el arte no puede borrar el conflicto. Lo que es bienvenido.

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