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arte provocador y espectador provocado

¿Cuánto cuesta tu corrupción?

Por Marianella Morena / Lunes 07 de mayo de 2018
Foto: Ilja Mess

A partir de una puesta en escena alemana de Mein Kampf, el libro que escribió Adolf Hitler y que es versionada por George Tabori y dirigida por Serdar Somuncu, Marianella Morena se cuestiona, y nos cuestiona, acerca de las distintas formas que tiene de conmover y provocar el arte, y en qué lugar nos ponemos como espectadores.

Una puesta en escena alemana de Mein Kampf, dirigida por Serdar Somuncu, y del autor George Tabori, regala entradas a los espectadores a cambio de que usen una esvástica en la función, y los que paguen la entrada usarán una estrella de David en solidaridad con las víctimas del holocausto. El texto refiere claramente al conflicto. Frente a las denuncias realizadas por colectividades judías, las autoridades pertinentes se negaron a investigar ya que la obra está protegida por las leyes de expresión artística.

En Alemania se ha levantado polvareda, no es extraño que eso suceda en la cuna del teatro político de director, recordemos a los padres principales: Erwin Piscator, Bertolt Brecht. Ambos militantes de las trincheras escénicas para provocar y amar escándalos, claro que al día de hoy esos discursos son literatura muerta, si no se les hace una adaptación contemporánea.

Alemania ha desarrollado un teatro político muy fuerte, podemos ver las expresiones de Rimini Protokoll, Thomas Ostermeier o el mismo Volker Lösch que estuvo en Uruguay.

Son directores de escena que buscan la controversia, que no le rinden homenaje al jefe que les paga el sueldo; es más, la libertad con la que trabajan es impensada, ya que muchas veces los cargos de confianza en una escala jerárquica de un teatro no coinciden entre sí en líneas ideológicas. Eso es buscado, para generar colisión y que las comodidades sean para las butacas y no para crear. Como el mismo Lösch me comentaba: «Yo pongo en duda en escena a mi propio director y he llegado a cuestionar al ministro de cultura, o a grandes empresarios de la ciudad que a veces patrocinan el teatro, con miradas duras y exponiendo cifras sobre sus bienes acumulados». Nada de eso significa un riesgo laboral; sí significa, por supuesto, una prensa que apoya o cuestiona, espectadores enojados que abandonan las salas, protestas en las puertas de los teatros. Pero todo es pensado y diseñado para que eso suceda, ya que logran mucho foco sobre espectáculos de contenido social, y no peleas de culos y tetas, como estamos habituados en el Río de la Plata.

«El impulso artístico busca mostrar con qué facilidad las personas pueden ser corrompidas y pueden usar el símbolo del sufrimiento de millones de personas por ahorrar unos euros. El arte, si se quiere que sea relevante, debe ser controversial algunas veces», manifestó a la prensa el vocero del teatro, Daniel Morgenroth.

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