El producto fue agregado correctamente
el matrimonio como tópico literario y cinematográfico

Chicas felizmente casadas y otros sarcasmos

Por Inés Bortagaray / Lunes 28 de mayo de 2018
Albert Finney y Audrey Hepburn en «Two for the Road»

El matrimonio es una institución milenaria que ha dado materia para grandes obras literarias y cinematográficas. A raíz de una lectura y dos películas, Inés Bortagaray nos pasea por el inicio, auge y deterioro de matrimonios protagonistas de diferenes historias.

Hace pocos días un amigo lanzó un tuit al ciberespacio. El tuit se volvió masivo y dos días más tarde tenía miles de «likes». Decía: «La tendencia de toda pareja saludable es la separación. Solo dos personas muy enfermas se quedarían juntas para siempre». La provocación encendió una mecha incontrovertible. Respuestas airadas, llenas de despecho. Gente que lamentaba que este amigo tuviera una vida tan infeliz y desprovista de esperanza. Gente que hablaba de sus diez, veinte, treinta y más años de felicidad conyugal, dato que contravenía el veredicto más bien juguetón y ligero que él había lanzado al aire.

El asunto de la felicidad conyugal, tan grande, tan interesante, se ha encarnado en varias obras (cinéfilas, literarias) preciosas. Será esta la primera parte de una excursión (en dos o tres pasos, todavía es esto incierto) por la ruta del matrimonio. Libros y películas que han contado historias de gente casada. Libros y películas que han contado historias de felicidad y de infelicidad conyugal. El primer dato, el más reciente: Chicas felizmente casadas, novela de Edna O’Brien (Irlanda, 1932).

Ilustración de portada de la edición de Errata Naturae

La historia transcurre en los años cincuenta.  Kate y Baba, dos íntimas amigas, un día se casan, pero lejos están de ser felices ni comer perdices. Viven una iridiscencia mutante, y que pronto pasa de la luz a la oscuridad, y de la oscuridad a un estado de desasosiego que no impide algún ocasional atisbo de luz. Se han mudado de la Irlanda natal a Londres. Kate, casada con su primer amor, un hombre perversamente moralista, tiene un niño. Baba se casa con un constructor rico e ignorante. Siguen siendo amigas. Baba, de una lucidez corrosiva, se burla de la sentimental Kate y la rescata cuando esta cae en el pozo. Kate, mientras tanto, vive la vida herida por una sensibilidad que la expone irremediablemente a una clase de pena muy precisa: la del fraude, la de un sistema de reglas que la margina como mujer, como madre, como trabajadora, como joven, como amante, por haberse dejado llevar por un sueño algo bobalicón y romántico, por haber deseado por un momento una vida un poco menos áspera.

El segundo: Two for the Road (1967), de Stanley Donen, director de Cantando bajo la lluvia, es una película sobre la relación de doce años entre Mark (Albert Finney) y Joanna (Audrey Hepburn). La película, considerada totalmente experimental en su momento (con una estructura que pendula de un presente a un pasado más cercano y a otro, de más de una década), con un manejo burbujeante de la elipsis, va hilvanando una serie de viñetas que retratan el inicio, el apogeo y la caída de esta pareja, a lo largo de varios viajes por la región de Normandía. Con cortes ocurrentes, con un ingenio que sobrevuela cada escena, con la frescura sagaz de la fabulosa Audrey, el guion de Frederic Raphael (que más tarde escribiría el guion de Ojos bien cerrados, otra película enorme que retrata fantasías o dobleces de gente casada), y con la música de Henry Mancini, esta historia colorida, honesta y melancólica se aleja de cualquier acercamiento más o menos ideal y machacón sobre las bondades del matrimonio. Habla de crisis, habla de desgaste, habla de humor y de complicidad.

Algunos diálogos:

Mark: ¿Qué clase de personas son las que se pasan horas sin tener nada qué decirse?

Joanna: Los matrimonios.

O:

Joanna: ¿Por qué se pelean los matrimonios? 
Mark: Por amor, dinero, dinero, amor, él quiere, ella no quiere.

O:

Mark: A ver si dejas de refunfuñar. 
Joanna: No he dicho una palabra. 
Mark: Querida, que uses silenciador no significa que no refunfuñes.

O:

Mark: ¿Cuándo empezaste a hacerte tan sarcástica? 
Joanna: Poco después de casarnos. ¿Te acuerdas? Cuando dejamos de divertirnos juntos.

O:
Joanna: Sabías la respuesta, ¿por qué hiciste la pregunta? 
Mark: Porque sabía la respuesta.

Albert Finney and Audrey Hepburn, en Two for the Road

El tercero: una película que en Montevideo se estrenó en abril en la V Muestra de Avant-Premières de Cine Francés: Mr & Mme Adelman, ópera prima de Nicolas Bedos, que cuenta la historia de Sarah (Doria Tillier) y Victor (el propio Bedos), una pareja con cuarenta y cinco años en común. Cuando se conocen, Sarah es estudiante universitaria y él es un escritor con más narcisismo que talento. Tras el primer encuentro terminan en la cama, pero él se duerme, perdidamente borracho. Cuando despierta, ella está leyendo los manuscritos de él (para una próxima novela) y corrigiéndolos minuciosamente. Él se va a sentir invadido y va a escaparse todo lo posible de ella, que quedará prendada. Pero (ah, la vida, los reveses de la vida) luego se encontrarán de una manera no del todo casual y las cosas cambiarán para siempre. Él adoptará el apellido de ella, se volverán dependientes el uno del otro e irán juntos por la vida, siempre al borde del abismo.

Nicolas Bedos y Doria Tillier en Mr & Mme Adelman

Dejaré a Chéjov y acaso a Bergman para otra vez. Por ahora, estas glosas.

También podría interesarte

×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar