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Para seguir vibrando

5 discos de pandemia y redención

Por Federico Medina / Jueves 03 de setiembre de 2020

Sin conciertos, giras internacionales ni presentaciones de disco, el confinamiento retrasó el lanzamiento de algunos trabajos musicales, hizo que otros pasaran desapercibidos y estimuló nuestra necesidad de seguir vibrando al ritmo de la música. Federico Medina nos recomienda cinco discos publicados en los últimos meses.

Fetch the Bolt Cutters, de Fiona Apple

«Yo sé que voy a morir joven. Voy a sacar otro álbum, voy a hacer buenas cosas, voy a ayudar a la gente y me voy a morir». En noviembre de 1997, la Fiona Apple de veinte años predijo buena parte de su futuro, como parte de su nota de tapa para la revista Spin. Tenía un video shockeante para MTV de Mark Romanek y una voz asombrosa. Con eso, podría haber sido una one hit wonder y la protagonista de tres minutos de nostalgia, pero siguió sorprendiendo. En 1999 editó un disco perfecto con un nombre larguísimo que comenzaba con When The Paw… Sus siguientes producciones también fueron excelentes y, como rara vez ha sucedido en la aventura de una estrella de rock, Fetch the Bolt Cutters, su nuevo disco, el de su adultez definitiva, supera todo lo anterior.

Crear al menos, un disco clásico, es muchísimo. Ningún historiador, o fan del rock, quiere ni pretende más de sus artistas. Beatles, Stones y Dylan lo lograron varias veces. AC/DC tiene el Back in Black; U2, The Joshua Tree; Bjork, su Debut; PJ Harvey, Rid of Me; Radiohead, Ok Computer; Patti Smith, Horses y Dr. Dre, The Chronic. Esta lista antojadiza podrá servir para recordar y hacerle justicia a otros clásicos y también para incluir ahora mismo a Fetch the Bolt Cutters, la segunda obra maestra de Fiona Apple, entre los grandes discos de todos los tiempos. Canciones desde las tripas, poesía sublime, su voz y sus dedos golpeando su piano, como una sola entidad para que tiemble todo, sus amores enfrente de sus narices, sus fantasmas en un estado de euforia envolvente volanteado con valentía y oficio. Su amiga de la escuela, Shameika, le dijo una vez que tenía potencial.

 

Ghosts V: Together y Ghosts VI: Locusts, de Nine inch Nails

Un día del Montevideo más desierto, el de comienzos de abril, tuve la mala, o buena idea, de bajar este disco doble y salir a caminar con sus archivos de audio en el teléfono, por algunas calles entre 18 de Julio y la Rambla: San José, Soriano, Durazno. Solo encontré cuidacoches sin qué cuidar, algunos comercios semicerrados y el clima habitual de cualquier otoño. En vez de las locuciones chirriantes de la tele sobre las cifras de gráficos llamativos, escuché el nuevo disco instrumental de Trent Reznor y Atticus Ross, pero el terror que sentí fue infinitamente más intenso.

Ambos compositores y productores ya habían trabajado juntos para Ghost I-IV, el sexto disco de estudio de NIN (editado en 2008) que reunía cuatro EP de música instrumental, y que funciona como los primeros capítulos de esta historia que en 2020, suma dos más, imprevistos y oportunos.

A finales de marzo los músicos subieron sus nuevos discos a la página oficial de la banda para su descarga gratuita con una carta para sus fans:

Amigos: Tiempos extraños de hecho... Las noticias parecen volverse cada vez más sombrías cada hora, nos encontramos vacilando salvajemente entre la sensación de que a veces puede haber esperanza y la total desesperación, a menudo cambiando minuto a minuto. Aunque cada uno de nosotros nos definimos como tipos antisociales que prefieren estar solos, esta situación realmente nos ha hecho apreciar el poder y la necesidad de CONEXIÓN.

comenzaba la misiva. Y luego definía cada disco capítulo en pocas palabras: «Ghosts V: Together es para cuando las cosas parecen estar bien, y Ghosts VI: Locusts... bueno, lo descubrirás».

Las sensaciones que provocan uno y otro álbum no son fáciles de describir y hasta pueden confundirse entre unas y otras. Los nuevos capítulos de Ghosts poco tienen que ver con la tradicional experiencia de consumo musical como entretenimiento puramente placentero. Su escucha puede no resultar una experiencia fácil, por lo cual, no parece mala idea advertir al melómano que conviene estar preparado, o dispuesto a entrar en un laberinto de tonalidades fuertemente estimulantes. Together tiene momentos luminosos pero de ningún modo brillantes. Locusts es la personificación del miedo y la angustia, definida en sonidos y ruidos, como solo Nine inch Nails lo sabe hacer. Aquí no hay nada que se acerque a «Hurt» y su candidez final, pero quizás haya algo mejor, en ese mismo camino. Juegan con el tiempo y la paciencia.

Hay que bancar el momento y dejar que los discos nos pasen por la cabeza y el alma, a ver qué onda. «Recuerda, todos estamos juntos en esto, y esto también pasará», dicen antes de firmar su carta, «con amor, Trent & Atticus».

 

Perro Lunar, de Hombre Avispa

Ese monstruo mutante sugerido en los versos de estas canciones aparece y desaparece en un bosque de árboles viejos.

El uruguayo Nacho Echeverría, bajista de Buenos Muchachos y una veintena de bandas actuales y anteriores, quería grabar su disco y encontrar su voz. Con su guitarra acústica de composición y su cuaderno de bocetos se encerró, primero en su casa-estudio, y luego en el cuarto de la casa prestada de una amiga cerca de una playa en invierno, con otra guitarra, un micrófono y poco más.

Su interés por la naturaleza y sus seres más chúcaros no era nuevo; buscaban lugar en sus canciones y en Perro Lunar parecen haber encontrado un lugar de libertad y perfecta armonía. Estas son canciones de ruta, para escuchar sin ningún apuro, para amantes de Alice In Chains y Dino. Folklore para sótanos, melodías para cuentos alrededor de una fogata de cazadores y el vuelo de Pink Floyd.

Podría nombrar cualquiera de las ocho canciones como mi preferida, pero vamos con «Desde la tierra», en la que se adivina el universo Búho, «Traje de ciervo» y «El cañadón», un remanso al estilo Cowboy Junkies, sobre el final.

 

2030, de Louta

Jaime Martín James es un argentino renacentista, un descubridor cuya obra excede largamente sus canciones. Se inventó un alter ego, Louta, y ni bien terminó su primer disco, salió a recorrer ciudades con un mensaje y una invitación. Louta tiene un plan y no tiene problemas en desplegar sus papeles; su visión del mundo es una evolución de la utopía hippie donde cada soñador debe tomar un rol activo en la construcción de su universo, y animarse vencer prejuicios y la mirada de los demás. Ya hace un tiempo que sus shows se pasan de oreja a oreja como celebraciones inolvidables que no deberíamos perdernos. En los videos de canciones como «Ayer te vi» y «No te comas la peli» se lo ve como el líder —o un convencido— de una secta, a la que no paran de sumarse nuevos creyentes, alegres y bien vestidos, un movimiento político con futuro y lindas melodías para olvidar las preocupaciones. Sonaba convincente, y confieso que agendé acercarme un poco más, pero algo sucedió en el medio.

2020 nos dejó vivir un verano y luego, la pandemia. En ese trance Louta empezó a grabar su tercer disco, y el encierro es uno de sus ingredientes, aunque no parece el más importante: 2030 es un disco de corazón roto, pariente bastante directo del 808 & Heartbreak de Kanye West. Adolorido y de repente solo, Jaime le dedica sus juegos de palabras a un amor con entrega absoluta. «Amame y rompeme el alma como si cantara una de Gardel», canta en «Amame», sobre microsonidos oscuros, como perdidos en una inmensidad que recorre a ciegas. Como si le quedara lo último en su botella, demasiado fuerte y concentrado, más conveniente para la triste embriaguez que para el baile relajado.

Producido por Visitante (Ex Calle 13) y con la colaboración de Alizzz, Nico Cotton y Orodembow, hecho a puro correo electrónico y Google Drive, 2030 es Louta intentando exorcizar sus penas casi sin disfraz, y sin disimular sus tropezones, como en el tema explícito «Argentina», en el que el cantante parece encontrar una tristeza más grande donde meterse adentro.

 

King's Disease, de Nas

Así es como solía funcionar el juego del rap: para convertirse en el rey era imprescindible grabar un gran disco, pero no solamente: la selección de canciones guardadas en una buena portada debía representar fielmente el sentir del pueblo, el mensaje debía ser claro y contundente, la verdad revelada; pero no solamente: la genuina poesía, debía además, ser capaz de conmover a todo el sistema nervioso del escuchante desde el track uno hasta el final del disco; pero no de cualquier forma, provocando algún tipo de baile, mejor dicho, el más primario, un baile de ritual, un ritmo con el que acompañar cada palabra dicha por el MC, rumbo a la escuela o al trabajo, tirado en una cama de desempleado, empuñando una pala en la cárcel o, simplemente, contemplando el movimiento de barrio desde el jardín.

«Me decían Babyface en el 88», recita Nasir Jones, a.k.a. Nas, en «Car #85», acompañado del notable Charlie Wilson, en uno de los mejores tracks de su disco número trece King's Disease, y todavía faltaban seis años para que su pueblo lo eligiera como el Rey de Nueva York.

El 19 de abril de 1994, y bajo el ala de un grupo de productores geniales como Q-Tip y Dj Premier, Nas debutó con Illmatic, quizás el disco más importante de la historia de rap, la carta de presentación más indiscutida en este y oeste. Su jugada maestra inigualable e inimitable. Es cierto, no se puede quedar dos veces así de boquiabierto, a las monarquías ya no se las respeta y cualquier rey sabe que —con un poco de suerte— disfrutará de días de gloria sin poder evitar los de franco deterioro.

La novedad es que King's Disease ha logrado despertar de una larga siesta a un pueblo enviciado de consumos fáciles y falsas promesas, y sus ciudadanos no paran de comentar lo bien que suena este regreso. Nas lo vuelve a intentar, pero esta vez, suena como el original. Fiero y emotivo. Rejuvenecido y, sin que se le noten demasiado los remiendos, escribe sobre sus derrotas y victorias, con bases levemente edulcoradas por el productor Hit-Boy, pero no se preocupen, este es rap de verdad, simple y comprometido. Por si fuera poco, aquí están sus amigos de The Firm. «La vida es una escuela para el alma y yo ya voy por mi séptima vida», dice en «The Cure».

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